Puertomingalvo es un destino en sí mismo para el viajero. Es uno de los pueblos más bonitos de Aragón. Alberga en su término unos paisajes bien poco conocidos; en ellos contrasta el frío de la sierra de Gúdar y el atemperamiento de los barrancos por los que remonta el aire fresco y cálido del cercano Mediterráneo. Literalmente colgada sobre el río Linares, con una caída de 500 m. y de la vecina localidad castellonense de Villahermosa del Río, de la que se llega subiendo 700 m. de desnivel en menos de ocho kilómetros en línea recta.
Puertomingalvo es, pues, un balcón de la cordillera Ibérica sobre llanura litoral.
El pueblo tiene un caserío muy cuidado, fruto de la preocupación de vecinos y alcaldes en conservar y restaurar las casas atendiendo al estilo tradicional. La población es muy escasa. Casi toda ella marchó durante el éxodo rural de los ‘60 hacia L’Alcora y otras localidades castellonenes a trabajar en las industrias azulejeras. Sin embargo, la proximidad y el vínculo a las raíces hacen que los fines de semana estén llenas las calles y las casas ocupadas. Incluso ejerce de polo turístico para gentes tierras valencianas que han adquirido apartamentos de reciente construcción. El turismo aragonés,como en tantas comarcas de Teruel, casi inexistente. Hay tanto que ver en Salou…
Recorrer las calles, especialmente durante la noche, tiene encanto, incluso en días fríos. Las gentes, amables, tienen ese acento dulce y musical, tan característico del Maestrazgo, que se extiende desde Aliaga hacia las tierras altas de la provincia de Castellón. Hay varios edificios de interés histórico.
Casas palacio de estilo aragonés, con sus tres alturas y galería de arquillos, cubierto por un alero de madera.
El ayuntamiento, de estilo gótico del siglo XIV. El hospicio de Santa María de Gracia del XV. Varias ermitas tardomedievales. Su imponente iglesia de la Purificación y San Blas. Y múltiple detalles en cada casa …
en cada esquina …
Territorio entregado al arzobispado de Zaragoza para organizar su poblamiento. Gentes y tierras aragonesas aunque con una intensa vinculación con las de las castellonenses, tanto las vecinas del Maestrat como con las de la Plana de Castelló, hacia donde han ido emigrando, especialmente en las últimas décadas.
El pueblo está encaramado sobre un alargado cerro.
En su extremo oriental se yergue el espectacular castillo. Su construcción comienza en el año 1.202 teniendo como función la consolidación de la frontera del reino de Aragón. Los sillares crean un volumen pétreo que se levanta contra el cielo.
Hacia el este se extiende el caserío integrado en las murallas, abiertas con sus dos portales. En el otro extremo, cerrado por lienzos de la muralla, apartamentos de nueva construcción, levantados en los años del boom del ladrillo sobre las eras abandonadas.
A los pies del pueblo se extiende una depresión cerrada por pequeños cerros y que vierte hacia el norte, hacia la sierra. En un primer momento pensé que se trataba de un polje capturado por la red fluvial, pues afloran calizas, en todo el entorno, pero no lo he podido confirmar. En cualquier caso es una singularidad hidrológica. Las aguas que se recogen en este balcón de la sierra de Gúdar no se dirigen hacia el inmediato río Linares sino que se encaminan por el barranco de Gil hacia la rambla de Puertomingalvo, afluente del río Monlleó. Es decir, las aguas que se recogen en el balcón no caen hacia la “calle”, sino que se meten hacia la “casa”, la sierra …
Quisimos disfrutar de la vista del pueblo que ofrece la ladera de la Peña de la Horca. Para ello dejamos la carretera a Villahermosa a la altura de la ermita de Santa Bárbara (gótica, del XIV), tomando la pista que conduce a Sant Joan de Penyagolosa, mítico monasterio y cima montañosa por excelencia para el pueblo valenciano. Pero nosotros nos quedamos allí mismo, frente al pueblo para saborear el paraje.
Un mosaico de pastos, sembrados, masías y bosquetes se extiende por las suaves laderas que descienden del pueblo.
Los pastos, muy poco aprovechados, aún mantienen los muros de piedra seca para encerrar el ganado …
Hacia la hoya las laderas están intensamente abancaladas. Bancales con pequeñas paredes de piedra por la escasa pendiente.
Las tierras de la parte baja mantienen su cultivo. Algunas parcelas son extensas y el freático está tan cercano que aseguran las cosechas. Aún así, no son pocas las parcelas plantadas de chopos canadienses, como en la vega del Alfambra o del Jiloca.
En las laderas se hacen más comunes las pequeñas terrazas. Algunas han sido sembradas por alfalfa, para su aprovechamiento como forraje …
Otras parcelas más pequeñas se han abandonado hace unos pocos años y, las hierbas primero y las aliagas después, comienzan a tapizar el suelo…
Sin embargo, conforme se asciende el erizo se enseñorea del territorio. El viento, persistente en este saliente orográfico, favorece a esta mata achaparrada frente a la aliaga, más altiva, más expuesta.
Los peñascos calizos afloran mostrando el buzamiento de sus estratos …
Son calizas cretácicas entre las que se intercalan areniscas rojas que nos confunden haciéndonos creer que se trata de rodenos triásicos. Son delgados estratos de calcarenitas ferruginosas.
Cuando el suelo se hace más profundo y el viento arrecia los erizos tapizado el suelo con sus semiesféricos pulvínulos …
… que pueden llegar a cerrarse en aquellos lugares en los que la reja del arado no ha entrado en varias décadas …
Juegan el papel ecológico de los aliagares de tierras más secas. Hostil al paseante y al ganado, cierra la herida de la tierra desnuda. Es el horror vacui de la vegetación. El erizo, esta mata humilde y austera, es un símbolo de estas sierras en tiempos de abandono de la mano humana.
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