Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

martes, 20 de mayo de 2014

V CURSO DE ORNITOLOGÍA DE LA UVT: 3 DÍAS, 141 ESPECIES

Hace unas semanas que ha terminado la quinta edición del curso de “Ornitología Práctica de Gallocanta y las Tierras del Jiloca” de la Universidad de Verano de Teruel, institución que organiza conjuntamente con ADRI Jiloca-Gallocanta y el Departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente del Gobierno de Aragón.
Se ha celebrado entre los días 1 y el 4 de mayo. Buenas fechas. Se dedicó media jornada a ponencias y tres días íntegros a trabajo de campo. Veinticuatro alumnos, al completo. Ocho profesores y dos asistentes técnicos. Con toda la energía e ilusión para aprender y disfrutar unos de otros. Ritmo intenso pues había mucho que recorrer, mucho que ver. Como se dijo, más que un curso, parecía un maratón ornitológico.
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Tarro blanco. Foto: Rodrigo Pérez
La primera tarde comenzamos visitando las lagunas de la cuenca de Gallocanta. Bajo nivel de agua en la gran laguna endorreica y amplias playas. Abundancia y riqueza de aves acuáticas, especialmente de limícolas, muchas de ellas alimentándose y descansando en su paso migratorio. En la laguna de Guialguerrero, además de observar a comprobar la cría de la garza real, vimos un ejemplar subadulto de malvasía cabeciblanca. Complementamos con las aves de los secanos cerealistas (avutarda incluida, en pleno celo) y con las capturadas en las redes dispuestas en los prados de Tornos. Por la noche, breve recorrido de un grupo de intrépidos por los prados de La Serna para escuchar nocturnas.
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Andarríos chico. Foto: Rodrigo Pérez
La segunda jornada supuso un madrugón para aprovechar las primeras horas en la Parameras de Blancas.
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Cambio de ambiente: los altos páramos calcáreos de la cordillera Ibérica. Día fresco y con viento. Las aves de estos ambientes esteparios estaban menos activas que otros años. Aún así registramos casi todas las habituales, disfrutamos con la observación a baja altura de un ejemplar de buitre negro. Pero sospechamos que la abundancia fue menor que el año pasado. La fría primavera de 2013 y los pedriscos han podido perjudicar a las poblaciones de aves esteparias, tan expuestas en su cría.
Al cabo, Demetrio estuvo mostrando y anillando las –esquivas- aves que con tanto esfuerzo y un madrugón pudieron recolectar.
Almorzamos en Monreal del Campo y volvimos a la carga para recorrer los manantiales de los Ojos del Jiloca. Aves de los huertos, del soto fluvial y de los pequeños humedales. Recorrido corto en una hora poco apropiada. Un solitario martinete descansaba en un sargatillo de su viaje migratorio. Y un zarcero políglota fue capaz de tenernos absortos mientras reclamaba en una zarza ….
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Por la tarde, nos acercamos a conocer las aves urbanas a Daroca. La proximidad de los montes, con sus pinares, campos y matorrales a esta histórica ciudad nos permitió ampliar la lista de observaciones. Pero, sin duda, lo más destacado fueron las especies rupícolas que estaban comenzando su crianza en los cantiles, murallas y entre los bloques caídos. Hasta tres machos de roquero solitario pugnaban por hacerse con el mayor territorio en la ladera de la solana, cantando y cazando presas casi a un tiempo.
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Macho de roquero solitario. Foto: Rodrigo Pérez
Terminamos la jornada en el Museo de la Naturaleza de Daroca tras hacer la oportuna puesta en común colectiva bajo la dirección de José Luis Rivas. Diversión asegurada.
El sábado nos teníamos que acercar a las Hoces del río Piedra. Antes de iniciar la marcha, ya tenía José Luis en la mano la única codorniz que tuvo la ocurrencia de cantar en aquella fría mañana por los llanos de la gasolinera de Las Cuerlas. Un bando de pagazas piconegras revoloteaba la pequeña balsa mientras bebía.
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Pagaza piconegra. Foto: Rodrigo Pérez
Marcha hacia Torralba y encuentro en el molino. El río, seco. Ni una poza. Ni un charco. El matorral en plena floración, especialmente las guillomeras. Nos repartimos en tres grupos para prospectar con espacio y calma los rincones del cañón fluvial. El nuestro se recorrió la senda que atraviesa remontando el soto de aguas arriba del azud y volvió remontando por la cresta del cañón, entre el rebollar y el carrascal. En conjunto pudimos ver casi todas las especies esperables.
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Después de la comida, aún con el soporcillo encima, nos dirigimos, unos hacia el barranco de Anento, otros hacia el de El Arguilay y, nosotros, hacia el Pancrudo. Primera parada en la presa. Algún cormorán grande rezagado, varios somormujos, bandos de golondrinas, aviones comunes y algún zapador, y una treintena de andarríos chicos. Nos acercamos a las dehesas de sauces y chopos cabeceros de Navarrete.
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Docenas de papamoscas cerrojillos y grises aprovechaban el último sol de la tarde para cazar insectos sobre el prado. Un gavilán nos sorprendió recorriendo los taludes del aljezar. Ni los roqueros ni las currucas mirlos parecían haber llegado. Sobre los peñascos, una joven y curiosa cabra montés se asomó para despedirnos.
La última jornada fue solo matinal y trató de exprimir las posibilidades de la laguna de Gallocanta. Y así fue, pues incrementó en número de observaciones de la primera jornada. En conjunto, un total de ciento cuarenta y una especies en tan solo tres días netos. Puede descargarse la lista pulsando en este enlace o consultarse a continuación:


Bien es cierto que había muchos ojos y muchos oídos bien atentos. Pero aún así, son muchas especies de aves. Hay que tener en cuenta que Gallocanta estaba en aguas bajas, que casi no entramos –como en anteriores ediciones- en ambientes forestales. Que nos movimos en un rango de tan solo 300 metros de altitud. Este registro es una prueba de la gran riqueza ornitológica de estas comarcas. Y, en este caso, de sus posibilidades educativas.
La otra vertiente del curso ha sido la intensa convivencia y el buen ambiente creado entre unos y otros. Es siempre un aspecto muy valorado entre los asistentes. Un foto con los participantes en el río Piedra.
Medida del buen ambiente es la sonrisa de Javier Lucientes, el director.
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En definitiva, un curso que parece consolidarse tanto en el programa de la Universidad de Verano de Teruel como entre los aficionados a la Ornitología. Un curso al que llegan personas cada vez de más lejos y que, a un tiempo, cubre las necesidades de formación de las gentes del entorno. Un curso que sale adelante con más voluntad que medios, lejos de las grandes ciudades, lejos de los centros de investigación. Que promociona los valores naturalistas de las comarcas del Jiloca y de Campo de Daroca. Un curso que demuestra que estas tierras ofrecen muchísimo más que grullas a los aficionados a las aves.
Un curso … en el que os esperamos el próximo año.

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