En la sociedad turolense hay un sentimiento de insatisfacción y de frustración porque esta tierra no ofrece perspectivas de futuro ni posibilidades de llevar adelante un proyecto de vida. No hay futuro para los jóvenes, que tienen que emigrar. La insatisfacción lleva en ocasiones a la queja, al sentirse agraviados con otros territorios. Incluso se llega al victimismo. Y a la baja autoestima.
Se dice que la escasez de perspectivas de futuro se debe en primer lugar a la falta de empleo por falta de dinamismo económico y a la precariedad de servicios sociales básicos. Por ello, desde las administraciones y desde el sector privado se han acometido diversas iniciativas para atraer inversiones y promover proyectos que dinamicen la economía y creen puestos de trabajo. Y se ha tratado de mejorar los déficits de algunos servicios.
Se han hecho cosas a escala macro: la autovía mudéjar, Dinópolis, las estaciones de esquí, el aeródromo de Caudé, mejoras en algunos servicios sociales (sanidad), la Ciudad del Motor, el Jamón de Teruel... Y se siguen demandando otras que se consideran vitales: el eje ferroviario Sagunto-Santander, la autovía Teruel-Cuenca, el AVE... También hay muchas iniciativas a escala micro, endógenas, relacionadas con el turismo, el sector agro-alimentario, el medio ambiente. La opinión hegemónica en la provincia, aunque las valora, les da menor peso que a las otras, principalmente porque generan menos empleo concentrado.
Sucede un hecho aparentemente llamativo: hay jóvenes que, a pesar de tener trabajo en la industria o el turismo en la provincia, lo dejan para marchar a las grandes ciudades: Zaragoza, Valencia, Madrid. Esto es una queja de algunos alcaldes. Como explica José Ramón Bada en su libro "La sed. Monegros y otra escala de valores", las personas de hoy en día buscamos, sobre todo, tener acceso a las cosas con la mayor inmediatez posible y estar bien conectados a las redes de comunicación. Y eso sólo se consigue en las grandes ciudades. Por eso hay un traslado a las ciudades por considerarse el medio más adecuado para la realización personal en el mundo actual.
Parece difícil que, aunque la economía de Teruel crezca y, por ejemplo, se alcance el objetivo de los 50.000 habitantes en la capital, desaparezca la insatisfacción. Porque los jóvenes seguirán prefiriendo vivir en una gran ciudad antes que en una pequeña capital de provincias, que seguirá sin satisfacer las "necesidades" de hoy en día. Y esa realidad seguirá generando frustración. Los hijos que estudian fuera no vuelven a una ciudad pequeña, por falta de trabajo y/o de alicientes.
Así, la tarea que hay emprendida por el crecimiento económico turolense a toda costa, reivindicando infraestructuras e inversiones, puede ser necesaria, pero no va a ser suficiente para calmar la insatisfacción de fondo. ¿Lo han pensado los políticos y fuerzas vivas que han tomado este rumbo? ¿Saben a dónde nos quieren llevar?.
Se ha escrito que la Celtiberia era el mejor territorio para comunicarse con los dioses en la Iberia pre-romana. No lo sé, pero hoy en día las sierras, las parameras, los vagos y tantos rincones del paisaje de Teruel siguen transmitiendo una fuerza y espiritualidad extraordinarias. Esto va a quedar muy diezmado con la dinámica del crecimiento incesante, que reduce la naturalidad del paisaje turolense. Porque no se trata tanto de su riqueza biológica, sino de su naturalidad. En Teruel hay grandes extensiones de paisajes deforestados con los suelos erosionados, degradados por nuestros antepasados, quienes llevaron a cabo una gestión no sostenible. ¡Tantos cabezos y parameras pelados! Sin embargo, aunque desvestidos de la cubierta forestal, y desprovistos del suelo, su aspecto natural por ausencia de estructuras artificiales ligadas al urbanismo, infraestructuras o industria, transmite. Transmite mucho, como el desierto, las estepas, los altiplanos, la alta montaña, también desolados.
Se ha fijado la idea de que "Teruel está muy mal socio-económicamente" y que hay que hacer "lo que sea" para sacarlo adelante. Y este paradigma se ha impuesto de tal manera que quien se sale de él, e incluso quien sólo lo matiza, recibe críticas feroces. El diagnóstico negativo y victimista tapa los valores positivos que tiene la vida en Teruel y que escasean en las grandes ciudades: la paz social, la seguridad, la tranquilidad, la proximidad a la naturaleza, las relaciones más humanas, entre otras.
Quienes pensamos que desarrollo es mucho más que crecimiento económico nos encontramos incómodos con la visión reduccionista vigente. Y también con la agresividad con que se impone. Pero tenemos derecho a expresar que el desarrollo también -sobre todo- debe ocuparse de la parte emocional y espiritual del ser humano. Que el territorio turolense es privilegiado en este sentido. Que el crecimiento basado en la aplicación de tecnología impacta sobre el territorio y cercena sus valores más intangibles.
Cómo compaginar una economía con la vitalidad necesaria para que la sociedad tenga expectativas de futuro con la conservación y restauración del patrimonio natural es un reto para el que no tengo respuesta ni estoy capacitado. Pero sí tengo derecho a pedir que las autoridades se apliquen a esa tarea. Entre otras cosas porque lo manda la Constitución del 78 y las directivas europeas.
José Manuel Nicolau
1 comentario:
Hola
Me parece una buena reflexion ,ahondaria que en Teruel no sabemos valorar la naturaleza y los valores que tenemos,los menospreciamos y nos vamos de nuestra tierra pensando de ella en negativo,cuando aqui tendriamos futuro desde otras pespertivas que la economia global que invade nuestra sociedad hoy en dia
Me parece importante hacer un desarrollo importante en pequeñas empresas sostenibles que en grandes macroproyectos con fuertes inversiones y en medio de grandes vaivenes que puedan derrivarlos por ejemplo la nieve :grandes inversiones ,afecciones por el cambio climatico,un mundo de plastico....o la ciudad del motor :mas de lo mismo
Nuestros jovenes deben valorar lo que nosotros no hemos sabido apreciar,esta Tierra
saludos
Emilio Bobed
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