Agosto. Bélgica. Viaje familiar. Día libre para rondar por mi cuenta por la región de Flandes. Voy buscando paisajes agrícolas con árboles trasmochos. Destino el Brabante Flamenco y Limburgo. En la Lonely Planet "Bélgica y Luxemburgo" nombra Hoge Kempen, un espacio natural cercano a la frontera con Holanda y al río Mosa. Después supe que es el único parque nacional en Bélgica. En la guía tan solo es un escueto símbolo en un mapa. Ni un comentario. Hay menos información que de cualquier cervecería de Bruselas. El turismo es así. Urbano.
Sin mucha idea me acerco hacia el este. Entro en la región de Limburg. Pueblos y pueblos que casi se tocan. Y de vez en cuando, alguna ciudad. Hasselt, Genk ... Antigua cuenca carbonífera, en actual reconversión industrial por el cierre de la fábrica de automóviles de Ford. Leo que en esta región viven casi 900.000 habitantes en una superficie poco mayor que la de la comarca del Jiloca. Cerca de Maastricht, Aquisgrán y Colonia. ¿Un parque nacional por aquí? Yo no lo veo. Después supe que me equivocaba.
El Parque Nacional Hoge Kempen sigue un modelo muy singular. Para empezar fue creado a iniciativa de una ONG regional y del gobierno flamenco muy recientemente (2006). Fue el resultado de un raro acuerdo entre los sectores científicos, ecologistas, industriales y gubernamentales. Sus 5.700 hectáreas de montes y campos son gestionadas por la Agencia para la Naturaleza y los Bosques del gobierno flamenco y financiadas por entidades privadas y la Unión Europea.
Yo accedí por el sur, por Lanaken. Fui buscando algún centro de información o de interpretación. Di con uno. También muy singular. Lejos de seguir el modelo de los centros de interpretación de tipo museístico, este tenía un carácter diferente. Para empezar el aparcamiento estaba lejos del edificio. Un camino entre prados y bosques los unía. Un camino recorrido por docenas de niños rubicos acompañados por sus padres.
Nada más llegar a las instalaciones ... un gran arenero en donde retozaban los niños.
En realidad se trataba de un itinerario por el bosque que recorrían descalzos niños y adultos ...
Pero además de un parque de ocio, había una fuerte componente de educación ambiental. El foco estaba puesto en los insectos de este espacio protegido. Y especialemente en las abejas. Y no solo en las domésticas.
Se explicaba la diversidad de abejas. Y su ecología.
Junto a los viejos árboles muertos se explicaba la función que tienen estos restos vegetales en la conservación de estos himenópteros. Se recreaban condiciones apropiadas de manera artificial ...
En un pequeño jardín botánico crecían diversas plantas de interés apícola. Pero, incluso, había colmenas de abejas de la miel que los niños podían ver por su cuenta.
Me sorprendió la naturalidad de la educación ambiental. Todo el mundo parece asumir la posibilidad de que alguna abeja pique a algún niño. Y no parece preocuparles ni a los educadores ni a los padres ni a los niños. En la hiperprotectora y garantista sociedad española no sé si los gestores se hubieran atrevido a instalar colmenas en un parque de ocio infantil por miedo a posibles denuncias paternas.
Después de recorrerlo quise alejarme de estas instalaciones a través de uno de los muchos senderos que de él partían y que se internaban por el bosque.
Era un bosque joven, muy gestionado, en el que crecían los robles comunes, acebos, serbales de los cazadores, tejos, pinos albares ...
y otras especies cultivadas o escapadas como los pinos rodeno y royo, el roble americano, el laurel cerezo ...
Realmente era un bosquete, surcado por una red de pistas, rodeado por carreteras y, sobre tdo, por campos de cultivo a los que pronto salí.
Sin saber muy bien si estos eran los bosques a los que aludían los paneles informativos del parque nacional, me dirigí hacia el norte dirección Maasmechelen por el límite este de este espacio protegido, ya casi en la frontera holandesa y el río Mosa ...
... y desviarme hacia As.
A ambos lados de la carretera se extendía el bosque. Bueno en realidad eran cultivos forestales de pino albar y pino rodeno salpicado de robledal, testigos actuales de las plantaciones que aquí se hicieron hace más de un siglo con el objeto de obtener madera para las minas de carbón. La imagen del satélite refleja la intensidad de la explotación forestal, con cuarteles regulares y homogéneos.
En un momento dado, encontré una zona abierta poblada de herbáceas y matorral pero no pude desviarme. Seguí hasta donde pude dar la vuelta. Era el acceso a una explotación minera de la que salía uno de los muchos camiones que me estaba encontrando por la carretera. Me acerqué a la entrada y encontré un cartel con un logo que me resultaba familiar: Sibelco.
Las vueltas que da la vida. Sibelco es la empresa multinacional que explota las arcillas de Galve y que pretende establecer un coto minero en el Alto Alfambra, como bien conocen las gentes de Aguilar Natural que llevan dos lustros en inmersos en un desigual litigio.
No quise entrar. Me asomé a un ribazo para ver la cantera y para mi sorpresa, junto a mí, me encontré otra de gran extensión. No entendía nada. En un parque nacional.
Arenas amarillas depositadas eran explotadas mediante minería a cielo abierto. Luego supe que había muchas más. Me resultaba difícil de imaginar dentro de un parque nacional. El único de Bélgica.
Me desvié hacia donde había visto antes. Efectivamente dí con el sitio. Por fin encontré los brezales y arenales que son el emblema de este espacio natural.
Un paisaje ganadero también. La escasa fertilidad de estos suelos arenosos orientó este territorio hacia su aprovechamiento ganadero eliminando el bosque original y manejando mediante el fuego el matorral para favorecer a los pastos. Ganado no vimos, salvo unas cuantas colmenas.
Sorprendía ver crecer espontáneos al abedul y al roble sobre un suelo tan arenoso ...
Un suelo que en los altos parecía el de antiguas dunas ...
El dominio de la hormiga león, una de las especies emblemáticas de Hoge Kempen.
Mientras que en las depresiones parecía un lodazal ....
... reseco en estos días de agosto.
Caía la tarde y me quedé con esta imagen en la mente.
La de un paisaje antiguo. La de un territorio inmerso en la región más poblada e industrializada de Europa en el que el ser humano intenta conciliar la conservación de la naturaleza con el desarrollo sostenible.
No conozco los objetivos de los gestores ni la metodología que emplean ni los tiempos que manejan. No parece fácil. Pero nada se les pone por delante a estos flamencos cuando se lo proponen.
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