Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

lunes, 7 de marzo de 2016

UNA GAVILANA EN EL HUERTO

Este invierno, a pesar de ser benigno, hemos vuelto a alimentar los pajaricos del huerto. En un comedero colgante, en una caja de porespán y sobre una teja, estas últimas elevadas sobre unas sillas metálicas, vamos poniendo semillas de girasol, linaza, nabo o alpiste, así como restos de sebo que no quiere Lúa, nuestra gata.

  

No se lo ponemos fácil. Los comederos están en la terraza, junto a la cristalera, para poder verlos desde la cocina, mientras comemos.


Los pájaros están algo estresados por la proximidad a la vivienda y, sobre todo, por la presión de la gata, siempre atenta. Para darles ventaja, hemos puesto los comederos en alto y sobre las sillas metálicas, lo que les protege notablemente de la felina. 

Lo hacemos por disfrutar de su cercanía y por intentar atraer alguna especie para El Gran Año que realizamos también a nivel doméstico. Más por entretenernos que por que razones conservacionistas. Las bajas invernales por hambre en las poblaciones de estas especies se suplirán con el reemplazo de los jóvenes que nazcan en la próxima primavera. No nos preocupa. No nos mueve la política de salvar al "pajarico", tan del gusto del animalismo en boga ...


Bueno. El hecho es que desde hace semanas tenemos carboneros comunes (chichipanes), gorriones comunes y molineros, pinzones vulgares (nevateros) y herrerillos comunes acercándose a los comederos. Los páridos, vienen, cogen la semilla y se van a comérsela a los arbustos del jardín. Un visto y no visto. Los gorriones y los pinzones se quedan y van comiendo las semillas, una tras otra, mientras vigilan la presencia de Lúa o repelen a los competidores que los quieren desalojar del comedero. En fin, que la actividad no cesa. La terraza es un bullir de actividad pajaril. La nevada multiplicó la afluencia, pero fue temporal. Entre ellos, un ejemplar de pinzón real.

Carbonero común. Foto: C. Pérez

Herrerillo común. Foto: C. Pérez
El otro día llegó la primera sorpresa. Desde una ventana vi alejarse de los comederos a un gavilán que se posó sobre un ciruelo seco cercano. No llevaba nada entre las patas. Sin prismáticos me apreció un macho. Unos días antes, Rodrigo me contó que un gavilán entró en el pipero que tiene en su jardín, bien conocido por los pájaros de su barrio y al que acuden numerosas especies, entre las que destaca por estas fechas, los lúganos. Algo que nosotros no conseguimos. 

El gavilán común es un invernante habitual durante la invernada siendo común en los núcleos rurales e incluso los urbanos. Hace un par de años ya comentamos el caso de Bañón.

Pensé que la presencia del gavilán en nuestro huerto sería un hecho aislado. No fue así. Al menos no del todo.

Macho de gavilán común. Foto: C. Pérez
El pasado viernes 12 de febrero caía la tarde. Estaba hablando por teléfono mientras miraba el huerto a través de la ventana. De repente un gavilán se posó sobre el muro de piedra seca del huerto. Se trataba de una hembra, de buen tamaño y de plumaje marrón. Seguí hablando al teléfono pero cogí los prismáticos. Lo pude ver bien. Se le veían los brillantes ojos de amarillo iris, el plumaje del pecho con listas blancas y marrones, el dorso y los flancos marrones, como la cabeza aunque esta presentaba unas plumas blancas. Y unas delgadas garras amarillas. Miraba inquieta, aquí y allá.

El huerto de casa está cerrado por una valla metálica cubierta por una tupida madreselva.


Es una maraña de ramas enreligadas que intento controlar para que no sombree en exceso al huerto. Una maraña perfecta para algunas aves pues en ella encuentran un refugio perfecto ante los depredadores. Así, me consta de la nidificación de, al menos, la picaraza y el ruiseñor. Pero también es un refugio invernal. Cuando termina el periodo de cría, hace de dormidero para los gorriones comunes y, en menor medida, para los gorriones molineros.

Gorrión molinero. Foto: C. Pérez
Este invierno, por ejemplo, una cincuentena larga de gorriones comienzan a juntarse al caer la tarde y no cesan en sus gorjeos hasta bien entrada la noche. No sé qué se cuentan, pero no callan. También se suma una docena de estorninos negros. Unos y otros, tan pronto sale el sol, prosiguen con sus charroteos hasta marchar a buscar comida. Pero, vamos, que casi todo el día hay gorriones en la madreselva.

Machos de gorriones comunes en un jardín. Foto: C. Pérez
Y la gavilana parecía saberlo bien.

Al poco, se encaramó sobre la propia madreselva. Lucía su precioso plumaje. Sobre las ramas, inmóvil, estaba bien atenta a la posible entrada de algún gorrión. Era la hora apropiada. El silencio era total en la maraña, algo inusual. De repente, vino desde el sur un pequeño grupo y, en el momento de entrar al refugio, se percató de la presencia de la rapaz siguiendo de largo. Como un muelle, la gavilana salió tras un gorrión perdiéndose sobre la carretera. ¡Menos mal que no pasaba ningún camión!. Lance fallido. Volvió de vacío. Ahora, a otear desde el muro de piedra seca, más bajo, para atacar por sorpresa. Allí permaneció unos minutos hasta que casi dejó de verse. Entre la penumbra se marchó la gavilana.

Cuando puedo, me asomo a ver si vuelve ...

Chabier de Jaime (texto)
Carlos Pérez y Chabier de Jaime (fotos)

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