Cualquiera que haya acompañado a nuestros padres o abuelos durante sus trabajos en el campo recordará la sensación de satisfacción con la que terminaban sus tareas. Satisfacción tanto por concluirlas como por que tuvieran una buena factura. Pero en muchos casos, la satisfacción era también estética. Por la belleza de lo construido. Un ejemplo claro son los huertos domésticos o la poda de una viña.
En las pasadas navidades Felipe escabezó una quincena de chopos cabeceros en el Codujón. Aprovechamos las vigas para usarlas como combustible para la estufa doméstica. El pasado Viernes Santo estuve toda la mañana haciendo tarugos con la motosierra y el caballete.
Brmmmm ... brmmmm. Viga tras viga. Corte tras corte. Colocando los tarugos en el leñero. Bien ordenados en varias filas.
Iba viéndolas crecer lentamente.
Iba viéndolas crecer lentamente.
Tenía la impresión de estar construyendo algo hermoso.
Una sencilla obra de arte hecha con trozos de madera de unos chopos centenarios. Arte efímero pues permanecerá hasta que se vayan consumiendo los tarugos en la estufa.
Ese día tenía la sensación de estar haciendo Land Art en el Ajutar.
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