Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

lunes, 16 de enero de 2017

Y EN EL CIELO FUEGO

Jueves, 12 de enero. Tras unos días de tiempo algo inestable con lluvias débiles me escapo al pueblo hacia la ventana de buen tiempo que prometen va a durar horas, antes de la llegada del cierzo, la nieve, la Siberiana y el fin del mundo de sol y buen tiempo al que parece pertenecer todo el país. Todo parece indicar que llega la glaciación que acabará con el hombre Mediterráneo. Justo a tiempo, ahora que terminan mis vacaciones navideñas.

El mapa de modelo de nubosidad muestra la entrada de nubes altas, la avanzadilla del frente frío a lo largo de la tarde, lo que puede dar mucho juego. Por ello me propongo pasar la tarde por Gallocanta, cámara en mano.
 
Cojo el coche. Nada más salir de Calamocha encuentro a una señora que me hace señales para que me detenga. Me pregunta si voy a Tornos. Suba señora, me voy a ver grullas a Gallocanta. Me pilla de paso. Iniciamos la subida y la conversación deriva en lo inevitable: la muerte lenta de los pueblos pequeños. La escasez de servicios, de gente que haga uso de esos servicios, de nuevos pobladores, de reivindicación social, de otra forma de vida. La decadencia y el olvido. La escasa lucha de nuestros políticos. El bucle, la retroalimentación positiva.
 
Hace muchos años me fui a trabajar a Barcelona. Vuelta al pueblo y mira tú por dónde, qué tranquilidad pero qué abandono.
Yo vivo en Zaragoza.
Normal, en los pueblos no hay trabajo para la gente joven.
Pues hace unos días estuve por varios pueblos de Burgos, están igual o peor que aquí.
Qué pena. No hay gente joven. Aquí se bajan a vivir a Calamocha y suben a cultivar las tierras.
Pues los de Calamocha nos vamos a Zaragoza, a Madrid, a Valencia, Barcelona...
 
Tras dejar a la señora en el cruce de Tornos sigo hacia Bello con intención de escudriñar las grullas que pueda haber por el entorno de la laguna de Carabejas. Por el camino familias sueltas, adultos con uno o dos pollos. No hay grandes grupos. Estarán por el Jiloca –pienso-.
 
La tarde avanza rápido y apenas queda hora y cuarto de pleno sol. Deshago el camino, hoy mi objetivo es puesta de sol y fotografía. Busco pues la orilla este de la laguna, el observatorio de El Cañizar. Su situación a priori es inmejorable para capturar el ocaso con las grullas llegando desde el Jiloca. Echo en falta algo más de agua en los lagunazos de Tornos que de brillo a las instantáneas, pero finalmente decido instalar el campamento.
 
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A los pocos minutos me llama Antonio Torrijo. Me da indicaciones precisas para contemplar una entrada muy cerca de la lamina de agua, en Tobeñas. Mientras hablo con el veo llegar las primeras grullas procedentes del Jiloca. Vienen altas, escandalosas. El cielo muy enmarañado, a ratos gris, sin sol. Peligra la tarde.
 
Dada la hora y puesto el tinglado en el observatorio le agradezco a Antonio la sugerencia, pero finalmente decido quedarme. La tarde avanza rápida, comienzan a entrar grupos de grullas más y más numerosos. El sol sale y se esconde entre nubes deshilachadas. Las sombras se alargan. La temperatura cae y el silencio reina entre bando y bando, solo se rompe con el viento rozando el herbazal seco…
 
Recuérdame qué fuiste una tarde de verano
el rayo de la tormenta iluminando el horizonte
la suave brisa, herbazal, mece y peina
el viento eléctrico,
el húmedo anhelo de la gota caída en tierra.
Recuérdame qué fuiste, agosto parecía eterno.
Hoy sólo paja que separa el viento,
entre hielos caen las horas del verdor vivido.
Recuérdame herbazal, que el agua es vida
el tiempo
el tiempo solo es muerte.
 
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"Guaaaaa guaaaa guaaaa" espeta la corneja negra, a lo lejos. Poco a poco, el sol vence. Las nubes que lo tapan se desvanecen, no totalmente, pero lo suficiente para que ilumine por completo la planicie y las montañas orientales. Nuevos bandos van llegando, algunas vienen del sureste, detrás de los chopos que decoran por lo bajo la vista de la sierra de Lidón. Otras entran por el este, por Tornos. Y otras también por el este, pero muy altas.
 
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El sol está ya muy bajo. Las nubes del horizonte se queman, lucen unos tonos color oro increíbles. La sierra de Caldereros con sus peñascos de conglomerados y areniscas se recortan negros, salvajes. Nada que ver con sus vecinos, unos grados más a izquierda y derecha. Los molinos nos privan de ese horizonte virgen. Llegará un día que habrá que empezar a rescatar horizontes. Al tiempo.
 
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Cientos de grullas caen del cielo. Algunas vienen muy altas, luego me enteraré que vienen del norte, de migración. El frío las empuja hacia el sur y pasan por encima de Ferreruela. Óscar, siempre atento, me da el dato clave que ya apuntaba Sabi, que tampoco se le escapa una.
 
El sol ya no se ve, pero su luz vertical comienza a incendiarlo todo. Los cirros oscuros comienzan a iluminarse por debajo con tonos naranjas, las sombras azuladas y grises se acentúan. Las nubes del este comienzan a tornar a rosa. En medio del incendio, cientos y cientos de grullas pasan por encima de mi, por delante, por detrás. No doy a basto con el cambio de objetivos. Ahora cerca. Ahora lejos. Ahora siluetas. Panorámica llegando, grullas en movimiento. Siluetas recortadas en el horizonte. Delante, detrás, arriba, abajo. El frío aprieta y mis dedos dejan de responder con la celeridad requerida. Da igual. La noche se cierne y siguen llegando más y más grullas.
 
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El horizonte oeste se torna rojo sangre. El este de rosa pasa a rosa francés y de este a malva, y finalmente se apaga. Lo que era una puesta de sol precipitada de repente se ralentiza, la luz del sol o lo que quiera que sea tiñe de rojo los cirros, lejísimos. Recuerda "El color surgido del espacio" de H.P. Lovecraft, mientras se va dibujando el cuadro con los últimos trazos del día. Venus brilla ya potente y las grullas siguen cruzando en la oscuridad.
 
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Recojo los bártulos y me encamino hacia el coche. De repente, al este, un nuevo espectáculo me aguarda. Una nueva luz ilumina las nubes altas de oriente. Segundos más tarde una enorme luna asoma su disco por detrás de los cabezos silíceos de Tornos. Vuelvo a montar el escaparate. Tiro fotos, aprovechando su situación junto a uno de nuestros iconos, un chopo cabecero. Difícil situación, la luna se quema cuando quiero sacar el chopo, cuando la saco bien el chopo no se ve, excesivamente oscuro. Pienso en Uge y en Rodrigo, sacarían petróleo de semejante estampa. Los dedos no responden y las fotos tampoco. Algunos grupos de grullas pasan bajas, ya son pocas. Se distingue perfectamente el roce de sus alas con el viento.
 
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El bullicio lejano advierte que hoy duermen muchas grullas dentro de la laguna. Mi bullicio interno advierte que hoy dormirán muchas más en mi recuerdo.
 
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4 comentarios:

Jesus Lechon dijo...

Por dios que ajetreo desde primera hora de la mañana, y cuan entrañable la autoestopista. Hace unos días me preguntaba si aun se hacia autostop entre el Ratero y el Barrio el Bao, veo que si, y tal y como esta la cosa, habría que institucionarlo con una parada fija...EL próximo día, olvida la cámara, sube igualmente, pero sin nada, pasea, descansa, mira... y después nos lo cuentas, la poética del momento no tardara en llegar, no siempre una imagen vale mas que mil palabras, ya nos contaras...
Recuerdos y no pases frio. Ahora mismo aquí, sol, he apagado la estufa y esta mañana había 10 grados...

Fer dijo...

¿Y qué hago con mi colección de atardeceres Gallocantinos? el año es largo. Y trabajar con estos fondos de escritorio... una delicia.
Recuerdos y ojo con el viento y el frío que se avecina

Chabier dijo...

Precioso, Fer. Precioso.

Anónimo dijo...

Unas fotos preciosas.

Saludos