En una ocasión, un hombre que vivía bajo los cielos de Teruel, alzó la vista al cielo y observó luz y brillo: eran estrellas.
Las miró y miró, hasta sentir tal fascinación por esas constelaciones que optó por fotografiarlas ante la necesidad de enseñar al mundo que no levanta la cabeza, lo que el maravilloso cielo alberga.
Constelación de Orión. Foto: V. Aupí
Y ahí estábamos nosotros, alumnos de 1º de Bachillerato, un 4 de Febrero del 2014, ante las fotos que había recolectado desde los 17 años de edad Vicente Aupí. Nos hablaba de Orión, una de sus constelaciones preferidas, nos hablaba de Astronomía. Este hombre, fascinado por su entorno y su medio, había hecho nada más y nada menos que ciencia.
Bueno, desde luego te preguntas ¿De verdad hay tanta belleza encima de mi cabeza? Pero … si tantas veces hemos levantado la cabeza al cielo y solo hemos visto ventanas con destellos de luz y alguna persona mayor observándote para ver lo que estás haciendo. Pero bueno, y ¿dónde están las estrellas? Pues Vicente Aupí nos explica que se las come la luz, exacto, la contaminación lumínica. Ahora todo empieza a cobrar un poco de forma, y te invade un pequeño grado de frustración al darte cuenta de lo que nos estamos perdiendo por el exceso de farolas.
Credit: C. Mayhew & R. Simmon (NASA/GSFC), NOAA/ NGDC, DMSP Digital Archive
Nos explicó también que Teruel tenía uno de los mejores cielos de Europa para contemplar las estrellas y las constelaciones. Y entonces sientes orgullo por vivir bajo sus cielos y tener la oportunidad de poder observar esa belleza que parece un cuento.
Constelación de la Osa Mayor fotografiada desde Torremocha. Foto: V. Aupí
Todas estas maravillas, contempladas por una persona que se dedica a algo que ni siquiera es su profesión. Dejándose llevar por su niño interior, alentando la curiosidad por nuestro mundo. Y siendo constante en la observación del cielo. ¡Hay que ver lo que se puede conseguir con constancia y fascinación!, pensábamos las cabezas que escuchábamos sus palabras y contemplábamos sus imágenes.
Y este hecho te hace llegar a algunas conclusiones, como que la ciencia es de todos, por ejemplo. La cantidad de estrellas que nos habremos perdido por no haber mirado al cielo en una noche oscura. Quizás es cierto que el hombre está perdiendo su facilidad para admirarse por el mundo. Y quizás, habría que empezar a cambiarlo. Podemos empezar cambiando nosotros, maravillándonos por el entorno, hacerlo nuestro e interiorizarlo, y a su vez enseñarlo a las futuras generaciones.
Sin duda, la conferencia de Vicente Aupí nos invitó a reflexionar acerca de lo cercana que es la ciencia, y lo fascinante que es el mundo.
Lizeth Medina
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