En este quinto y penúltimo de los “Paseos Xiloca”, vamos a recorrer uno de los rincones quizás menos
conocidos de la Comarca del Jiloca, pero de un gran interés y valor paisajístico, ambiental e incluso cultural.
Cogeremos la mochila con el almuerzo y la cámara de fotos para irnos a recorrer el cauce del río Cosa,
afluente por la margen izquierda del Pancrudo. El río Cosa surge en la Fuente del Prado, en el fondo del
Barranco del Horcajo, de régimen tormentoso, pocas veces vemos en él correr de forma superficial el agua
ya que el sustrato calizo favorece la rápida infiltración hacia el subsuelo.
En el pequeño y coqueto pueblo de Cosa podremos contemplar algunos de sus monumentos más
destacados, agrupados en el entorno de la plaza/ayuntamiento: la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
(construida en los siglos XVII- XVIII, por el maestro José Izquierdo, se hundió en el siglo XX, conservando hoy
día su estructura exterior), la fuente, el lavadero, la Casa Ferreruela, … o los numerosos peirones que
jalonan los caminos del entorno de la localidad.
Tras disfrutar de la siembre acogedora sombra estival de un pequeño grupo de chopos cabeceros, del que
tiempo tendremos de conversar, cruzaremos la carretera nacional por un paso inferior, e iniciaremos el
suave descenso siguiendo el cauce del barranco del Horcajo.
Nos adentramos en un entorno dominado por las rocas sedimentarias de edad terciaria (poco más de diez
millones de años, lo que en tiempos geológicos encarna depósitos muy jóvenes): calizas, tobas calcáreas,
margas, arcillas y yesos. Con un poco de atención podremos toparnos entre las margas y yesos con algún
nódulo de sílex de gran tamaño, la materia prima para construir los afilados fragmentos para las tablas de
los trillos.
La vegetación está dominada en su conjunto por el rebollo (Quercus faginea).
Analizando la morfología de
sus hojas podremos ver algunas de las adaptaciones que han permitido a esta especie medrar en los
ambientes de transición entre zonas húmedas y secas. También será fácil observar sus típicas y fotogénicas
agallas. La mayor o menor proximidad al barranco y, por tanto, al freático, favorece el crecimiento de
diferentes especies de arbustos: enebros, sabinas, espinos, rosales, lantanas, madreselvas entre los más
comunes. En su frondosidad busca cobijo y alimento una variada comunidad de aves, a la que prestaremos
atención tanto con los ojos como con el oído para ver cuántas especies somos capaces de reconocer a lo
largo del recorrido.
La escasa presencia humana actual ha ido dejando huellas de un pasado más próspero, como iremos
viendo a lo largo del recorrido. Una de ellas es la singular dehesa de rebollos trasmochos, el mayor conjunto
de rebollos trasmochos que conocemos en la comarca del Jiloca. También podremos contemplar los restos
de una acequia (jalonada de chopos cabeceros, la mayor parte de ellos secos) que se arruinó en las
tormentas del año 1957 y que conducía las aguas al molino del Reajal. Un edificio que aparece
documentado en el censo de edificios de 1860, y que poseía dos cárcavos, con sendas piedras molederas,
una balsa y un cubo cuadrangular.
Dispersos a lo largo del recorrido podremos contemplar diversos troncos caídos de lo que antaño fueran
ejemplares monumentales de chopos cabeceros, lo que nos permitirá reflexionar sobre el importante papel
de la necromasa, de la que la madera muerta es la parte fundamental, en el funcionamiento de los
ecosistemas.
Un bonito pozo con abrevadero nos recuerda el pasado ganadero de la zona, la necesidad de
abastecimiento de agua por este sistema, en una zona donde pasa un río.
Más abajo el río se encuentra la peña del Casco, denominación que recibe por parecerse a la pezuña de un
caballo. Caballos no veremos, pero si estamos un poco atentos no será difícil descubrir alguna cabra
montés por los riscos, a cuyos pies veremos el verdor característico de la sabina negral.
Siguiendo el camino llegaremos pronto al paraje conocido como el Mas de El Villarejo, donde en tiempos
había una masada, casa de campo. En esta zona se forma una pequeña charca como consecuencia de la
descarga del freático alimentado por la típica filtración de los paisajes calizos, aportando variedad ecólogica
al entorno. Los montes de la margen derecha están poblados de pinos negrales como resultado de antiguas
repoblaciones forestales.
La presencia de yesos a estas alturas del recorrido permite la presencia de una flora altamente
especializada, donde plantas como el arnacho (o asnallo) o la hierba zapera reclaman su territorio. Junto
con otras plantas, líquenes, musgos y hongos conforman una comunidad de gran interés ecológico que
justifica la catalogación de estos montes como Lugar de Interés Comunitario (LIC Yesos de Barrachina y
Cutanda). Es este el momento de estar atento a los nódulos de sílex y, algo más abajo, de unas curiosas
formaciones de tobas calcáreas, cuyo proceso de formación sigue activo hoy día.
Por último, el valle se abre definitivamente en la Solana del río Cosa para desembocar en el Pancrudo, con
sus singulares choperas lineales de cabeceros, oasis de biodiversidad y rico legado de un pasado no tan
lejano que hemos de saber conservar.
Pilar Edo y Rodrigo Pérez (texto)
Rodrigo Pérez y Chabier de Jaime (fotos)
Nota logística: Para hacer este recorrido, necesitaremos organizarnos dejando parte de los vehículos en el nacimiento (localidad de Cosa) y parte en la desembocadura (río Pancrudo, Barrachina), ya que de este modo el recorrido será lineal y de ida. Como es necesaria la inscripción previa, la organización se encargará de coordinar este asunto. Para inscribirse, pulsa en este enlace.
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