El viejo cuévano, aún con el fondo roto, tiene su uso como protector para un joven manzano plantado en el lindero del huerto, casi abandonado de Torrecilla del Rebollar.
Los corzos campan a sus anchas por los montes y bajan por las ramblas hasta los huertos donde ramonean los tallos tiernos de las zarzas. Pero también los brotes de los frutales. El cuévano librará del diente al joven manzano.
La segunda R: reutilizar.
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