A la cabra montés le gustan los cinglos y los cerros rocosos. En ellos encuentra pasto, refugio y lugar de descanso para realizar la rumia. Cuando escasea el alimento en las zonas altas y para beber en los ríos o arroyos, las cabras descienden a los valles. Aprovechan para comer plantas más jugosas, sobre todo en el otoño y el invierno.
Hace un par de años, por estas fechas, Chusé Lois Paricio nos hizo llegar estas fotos tomadas en el Pago de Navarrete desde la carretera a Calamocha.
Un grupo de hembras y jóvenes se alimentan de hierbas en los rastrojos aún no labrados de aquel otoño, también seco.
En ese paraje afloran unas arcillas entreveradas con conglomerados silíceos sin cementar muy afectadas por la erosión que ha formado unas cárcavas espectaculares: los Tollos.
La cabra montés, en expansión en el valle del Pancrudo, ha colonizado estos parajes abruptos pero no peñascosos. Al amanecer, desciende a beber al río y, si hay calma en el campo, se entretiene a comer sobre los campos. Durante el día, se refugia en la cabecera de las barranqueras y entre las carrascas.
Desaparecen los ganados de La Dehesa, las cabras monteses ocupan su lugar.
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