Seguíamos dentro de la cuenca del Pisuerga, en su vertiente
oriental. Remontando por la carretera hacia el embalse de Requejada entre las
nubes asomaban una conjunto de montes poblados de robledales y prados que
ocupaban los fondos de valle. Tras las copiosas nevadas de este invierno, el
suelo estaba saturado y la hierba comenzaba a crecer, aunque se notaba la falta
de calor del principio de primavera. Entre el verde homogéneo de los prados de
siega destacaba el amarillo del narciso (Narcissus pseudonarcissus)
…
Antaño los paisanos eliminaban los bulbos de los narcisos
arrancándolos con azada de los prados pues la hoja resulta tóxica para el ganado
(emética) y tiene capacidad invasora. Hoy en día, con el envejecimiento y
disminución de la población agraria, como tantas prácticas tradicionales, está
también se va perdiendo y se pueden encontrar poblaciones extensas en algunos
prados ….
… donde también prosperan las de topo europeo (Talpa
europaea).
Tras pasar por Vañes, nos desviamos hacia el nordeste para entrar en el valle
de la Castillería llegando así a pueblo de Celada de Roblecedo.
La Montaña Palentina tiene potentes recursos turísticos, como
la arquitectura románica y las montañas de la cordillera Cantábrica, con todo lo
que eso supone. Pero no se descuida el valor del paisaje rural como recurso. Es
algo que nos llamó la atención. En muchos de los pueblos se encontraban señales
turísticas que ponían el acento en el “paisaje ganadero”. Es una idea bastante
original recordar a los visitantes que el precioso escenario que puede
contemplarse es el resultado de una cultura centenaria de pastores y rebaños,
además de dar pautas de comportamiento a un público urbano, cada vez más alejado
del trato con el ganado.
Tomamos una pista que asciende por la vertiente izquierda del valle del río
Castillería tras atravesar un cerrado de “novillucas” que no tenían intención de
dejarnos paso.
y que se alimentaban en los pastos cercanos al pueblo …
Por el nordeste entraban nubes bajas que no presagiaban nada
más que lluvia.
Entre los prados y el bosque aparecía una orla de erizones y brezos, antaño
controlados por el fuego …… y finalmente llegamos a la dehesa …
Comenzó a llover con ganas y, como no habíamos comido y ya era
la hora, nos encaminamos con las viandas a una cabaña de ganaderos con la
intención descansar y la confianza en que mejorara el tiempo …
En realidad, esta cabaña vieja había sido restaurada y transformada
en un observatorio para aves forestales con fondos del proyecto TRINO …
… una iniciativa para fomentar el turismo ornitológico
desarrollado por la Junta de Castilla y León en la que se integran
establecimientos, observatorios, empresas de guías, rutas y actividades de
formación y divulgación.
Bueno, el hecho es que después de acabar con los bocatas de
sardinas y como no dejaba de llover decidimos recorrer la dehesa bajo la lluvia,
para conocerla con otra perspectiva.
Como puede verse no es un bosque. Es el resultado de una
aprovechamiento ganadero tradicional y comunal del bosque en el que se redujo la
densidad para favorecer el pasto para las vacas y el desarrollo del arbolado,
así como la producción de bellota. De hecho, la dehesa de Celada de Roblecedo
era aprovechada por el ganado porcino durante el otoño.
En la actualidad este monte mantiene su uso ganadero y es
gestionado por una junta vecinal.
Esta dehesa se extiende por unas 120 hectáreas y alberga un
gran número de árboles notables. Tal vez más del millar, nos apunta Tino. Es la
mayor concentración de árboles maduros y viejos de toda la Montaña Palentina.
Es espectacular.
Son marojos (Quercus pyrenaica). Marojos centenarios,
de tronco robusto y con una gestión forestal antigua. Algunos parecen haber sido
aprovechado mediante podas, tal vez para favorecer la renovación del ramaje, el
aprovechamiento de madera o la producción de bellota.
En otros se apreciaba claramente que se trataba de árboles que
habían sido gestionados mediante desmoche …
… con el modelo tradicional que conservaba “horca y pendón” …tan en uso a lo largo de la Corona de Castilla, desde las dehesas de marojos de la Sierra del Rincón (Madrid) hasta los hayedos de Oiartzun (Guipúzcoa).
Abundaba la madera muerta, tanto con árboles en pie …
como con árboles caídos, algunos de este último invierno…
… en los que sorprendía encontrar pocas raíces jóvenes para
tanto árbol.
Era notable la distribución de los musgos y de los líquenes
sobre la corteza de los robles. Ambos en la umbría. Pero los líquenes, más
tolerantes a la sequedad en las bandas laterales, mientras que los musgos, más
higrófilos, se disponían en la parte menos soleada. Un distribución
simétrica.
Y, en los árboles vivos, mucha madera muerta …
mucha complejidad estructural …
múltiples nichos para los organismos saproxílicos …
... de los que no vimos de rastro pues la primavera lleva por aquí un buen
retraso y el día no lo favorecía.
Nos cuenta Tino que el Centro de Estudios de la Naturaleza de
la Montaña Palentina acaba de firmar un proyecto de custodia de esta dehesa con
la Junta Vecinal de Celada de Roblecedo para realizar una gestión forestal que
compatibilice la extracción de recursos (pastos y madera) con la conservación de
la vida silvestre. En este marco un entomólogo aleman va a iniciar este año una
investigación sobre la comunidad de coleópteros saproxílicos. Una interesante
iniciativa.
Preguntándole a Tino por la situación en la Montaña Palentina
del ciervo volante (Lucanus cervus) nos comenta que es escaso, cada vez
más. El año pasado, en concreto, no llegó a observar ninguno en los transectos
que realiza cerca de su domicilio en Cordovilla de Aguilar. Pero que,
igualmente, no recibió noticias de ningún otro entre sus contactos por todo este
extenso y, antaño, tan favorable territorio pues el hábitat propicio tiene una
gran extensión. No nos lo explicamos.
Una voz destaca en el silencio de este bosque. Es el trepador
azul (Sitta europaea).
Trepador azul. Fuente: SIOC
Resultaba una delicia verlo picotear entre los líquenes que
crecían sobre las ramas de los viejos robles.
Más discreto por lo poco favorable del día, y en pleno celo
reproductor, el pico mediano (Dendrocopos medius) del que pudimos ver a
un ejemplar que se movía entre las ramas.
Pico mediano. fuente: SIOC
Es tal la tranquilidad del paraje que ha sido seleccionada para
la grabación de cantos de aves forestales de la especialista Eloisa Mateu (ALOSA) por la
ausencia contaminación acústica.
Continuamos el paseo por la dehesa de marojos. Seguía lloviendo. Cuando arreciaba la llluvia Tino, que iba sin paraguas, se refugiaba al
abrigo de un tronco inclinado.
La dehesa de Celada de Roblecedo es también territorio osero.
Cuando avanza el otoño acuden a comer las bellotas al robledal. La alimentación
durante esta estación es esencial para asegurar que la reproducción de las
hembras se ponga en marcha, pues al ser diferida, si los niveles de grasa
corporal no alcanzan el mínimo, el cigoto se reabsorberá sin desarrollar el
embrión. Si es así, las hembras fecundadas que están refugiadas en los cubiles,
producirán crías. El resto de los osos, los machos y las hembras con crías, no
llegan a invernar en la cordillera Cantábrica y para ellos también es muy
importante la producción de bellota, mucho más segura que la de hayuco en estas
montañas.
Con algo de retraso por la persistencia de las nieves y la
falta de calor en el ambiente, comenzaban a crecer las hierbas del prado. Las
más precoces, como las violetas (Viola riviniana) ofrecían una nota de
color entre la gama de verdes del herbazal del sotobosque.
Entre los herbazales asomaban algunas piedras de buen tamaño. A
pesar de estar recubiertas de musgo podía verse que se trataba de
conglomerados. De unos conglomerados silíceos muy bien cementados
correspondientes al Carbonífero Superior. En la montaña son conocidos como
“piedra de haba” y eran aprovechados para fabricar piedras de molino y de trillo
siendo tallados por canteros segovianos.
Retomamos la pista y la seguimos en su ascenso por el monte
hacia Pradocollado y el límite con Cantabria.
La lluvia cesó. Pareció animar a las hormigas rojas que salían
de su hormiguero.
Y, sin esperarlo, dejamos la pista para acercarnos a un mirador
natural de la cabecera del río Castillería. Era espectacular.
Enfrente se erguía la Peña del Águila (1.582 m.)…
… que desciende desde la Peña Cebollera (1.586 m.) y de la
Peña del Sol (1708 m.).
Se trata de unas calizas del Carbonífero Superior (24’ en el
mapa geológico) intercaladas en lutitas y areniscas, materiales más blandos.
Estos estratos, tras la orogenia Alpina quedaron plegado y buzados, formando un
conjunto de crestas por la acción de la erosión. Un caso de erosión diferencial.
Y, a nuestra derecha, hacia el nordeste, la Valleja de
Bartolano, con su solana de prados, canchales y matorral de brezos y escobas, y
una umbría con robledal. Más hacia el este, tras las peñas y las nubes, se
levanta la Peña del Cuervo. Y, más allá, la sierra Cebollera con su cima de
Valdecebollas (2.143 m.) y que ya hace de linde con Cantabria.
Hacia el noroeste, muy a lo lejos, se veían buenos neveros en
el pico Lezna (2.2.08 m.) y más al fondo, Peña Prieta (2.539 m.), una de las
cimas mayores del sector oriental de la cordillera. En primer plano, el marojal
que retrepa hasta el peñasco por los sustratos detríticos silíceos. Sobre uno de
los robles descansaba un buitre leonado, algo insólito. Entre medio, y a la
izquierda en la imagen, los montes que separan las cuencas del Carrión y del
Pisuerga.
Desde este mirador pudimos ver muchas más cosas. Parejicas de
carboneros palustres en el marojal. Sobre las peñas, chovas piquirrojas. Aún
barrimos las laderas por si había suerte con los grandes carnívoros, pero no, no
la hubo. Sin embargo, junto a nosotros Tino halló un excremento de garduña
(Martes foina) y nos enseñó a diferenciarlo de los de marta (Martes
martes), también presente en la zona pues depende de los árboles viejos y
estos, como pudimos ver, aquí no faltan.
Junto a un peñasco, en el mirador, encontramos una planta rupícola que nos
resultó familiar.
Se trataba de Draba dedeana que, en realidad, era un
endemismo de la cordillera Cantábrica.
Y, a nuestros pies, comenzaba a producir sus hojas la
escuernacabras (Rhamnus alpinus), arbusto cuyos negros y dulces frutos
son muy buscados por el oso durante el final del verano.
Asomarnos sobre el arroyo de Castillería, vislumbrar los prados
de montaña y las altas cimas de las Fuentes Carriones completó la excursión un
bosque único y extraordinario: el robledal de Celada de Roblecedo.
Otra joya de la Montaña Palentina.
3 comentarios:
Paisajes espectaculares y bosques viejos. Aun quedan preciosos rincones en el maltratado norte. Una excursión para apuntar en la agenda de lugares pendientes!
Muy buen reportaje, felicidades, a veces la lluvia lo hace más fascinante. Yo estuve por allí el 9 de mayo del 2015. Tuce suerte con el día :http://elbalcondjudas.blogspot.com/2015/05/pena-tejedo-y-la-verdiana-9515.html
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