Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

martes, 30 de junio de 2015

BEA, OTRO RECURSO DIDÁCTICO

Ciencias de la Naturaleza de 2º curso de Secundaria. Bloque de Ecología. Mes de mayo. Excursión extraescolar a Bea, en el valle del Huerva y en la umbría de la sierra de Pelarda. Mañana fresca y mucha alegría entre los cincuenta chicos y chicas que llenan el autobús.

La idea es identificar elementos del medio natural, conocer aprovechamientos de recursos naturales y disfrutar de la Naturaleza de su entorno comarcal recorriendo la Ruta Botánica de Bea. Tan desconocida como cercana. Y relacionar lo visto con lo aprendido a lo largo del curso.

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Inmersos en la cordillera Ibérica, aunque no la veamos. En la sierra de Pelarda pero en el margen del Campo de Romanos. Estamos muy cerca del nacimiento del río Huerva, pero también cerca del Pancrudo, del Jiloca y del Aguasvivas. Hacia el norte, la sierra de Oriche terminada en el monte Modorra, peñascos calizos con sugerentes facetas que recuerdan a pliegues. Hacia el sur, la sierra de Pelarda, con areniscas, conglomerados silíceos y arcillas.

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Cruzamos el Huerva. Un pequeño río de aguas limpias y libres. Una culebra de agua descansa tras el puente. Aguas arriba se alternan los rápidos con las pozas, distintos ambientes, distintas comunidades.

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Y comenzamos a remontar reconociendo algunas de las plantas que definen el paisaje. El rebollo y la carrasca, el enebro, el escaramujo, la sabina albar y la madreselva. La tuca trepa sobre una zarza seca enganchándose con sus zarcillos para conseguir más luz. Sobre el suelo, aliagas, tomillos y salviares se extienden en la zonas abiertas. Plantas que reducen la superficie de las hojas, que las tapizan de pelillos, que las recurvan, que las endurecen o que las pierden en junio... para sobrellevar el inclemente sol del verano. Muchas adaptaciones.

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Algunas cuscutas chupan la savia elaborada a las pequeñas matas del matorral.

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Plantas que parasitan a plantas. Hum...!

Una crucífera de flor amarilla sostiene a una gran población de orugas de mariposa. Acusan la defoliación. Otras plantas similares no tienen ninguna. Un ejemplo de herbivorismo y de variabilidad individual.

En la vega, campos de alfaz segados y empacados sobrevolados a primera hora por las golondrinas.

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Conforme vamos subiendo hacia el monte, en el secano, predominan los campos de cebada y de centeno. Acusan la sequía de este mes de mayo.

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Descubrimos las cicindelas, los grillos de matorral y las aceiteras. Entre las aliagas se esconde una lagartija colilarga. ¡Qué tuna!

Alguien mueve una piedra de la orilla del camino dejando a la luz un hormiguero con sus blancas y frágiles ninfas que las hormigas se afanan por esconder. Cada cual con su afán.

Hay más animales de lo que parece ... pero son pequeños.

No vemos ningún rebaño. Van desapareciendo los rebaños. Si, en cambio, un colmenar, otra forma de ganadería.

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Son las 11.10. La hora del recreo. Tiempo para almorzar y entretenerse. 11.40, seguimos la marcha por la ruta.

Remontamos y damos con la gran carrasca, la Abuela de Bea. Nos hacemos una foto bajo sus ramas, comprobamos el aspecto del suelo formado por humus, de aroma intenso y de cierta humedad ambiental por la escasa insolación que allí accede. Tronco grueso y hueco. Un árbol centenario.

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Y nos internamos en el rebollar. Son jóvenes pies procedentes del rebrote (tallar) de una masa aprovechada desde hace siglos como fuente de leña. Hay que poner atención en algunos tramos para no perder la ruta, a pesar del balizado. Un descanso para agruparnos en un prado soleado. El cuco reclama con insistencia. En el suelo, docenas de madrigueras de tarántulas.

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Probamos a introducir una pajica, a veces asoma solo la cabeza, en otros casos la araña sale encendida. ¡Qué carácter!

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Seguimos el sendero hasta una cresta caliza que se levanta sobre la umbría. El rebollo es sustituido por la carrasca. Buena vista sobre el valle del Huerva y el Campo Romanos.

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Sobre nosotros las extensas repoblaciones de pino que, afortunadamente, respetaron este robledal.

En una vaguada fresca en la que afloran arcillas y arenas encontramos algunos marojos, el roble de hoja mayor, el menos tolerante a la sequedad. El que exige suelos silíceos. El más escaso de nuestros montes.

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Y en el brote de los rebollos varias agallas en construcción. Un caso de parasitismo en el que la picadura de una avispilla fuerza a la planta a producir tejidos que recubren a su pequeña larva. Respuestas a estímulos. Adaptaciones complejas. Relaciones entre especies. Una función con muchos actores y una compleja trama.

Y, bajo el rebollo, otra planta parásita, de color anaranjado, tanto el tallo como la flor. Y casi sin hojas, que tampoco son verdes. Un orobanche.

Comenzamos a bajar hacia el valle.

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El rebollar es más extenso de lo que parece. Y más denso. En muchas zonas filtra casi toda la luz. Pero los pies son delgados. Los alumnos esperaban un bosque viejo y frondoso, con grandes árboles. Viejo lo es, pero los brotes son aún jóvenes. Es lo que tiene un territorio tan intensamente poblado durante tantos siglos.

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Vuelve el cereal. Ahora trigo.

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Y, al poco, cruzamos de nuevo el río a través de una hermosa chopera de cabeceros, por estas fechas en plena floración.

Comemos en Bea. El bar ofrece una estupenda terraza soleada y una zona acondicionada como merendero. Alguien encuentra una pelota vieja de baloncesto y los chicos se entretienen en una canasta. Algunos dan una vuelta por el pueblo. Otras toman el sol y cocolean con su smart-phone.

Nos ponemos en marcha por la carretera. Vamos en dos grupos. Tomás, el profesor de Sociales, parece Moisés saliendo de Egipto.

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No hay tráfico a estas horas y por estas tierras.

Y llegamos a la modernidad. A la fábrica de Teruel Pellets. Nos espera José Puértolas, uno de los socios, que con toda la ilusión y detalle nos la explica.

En un gran descampado varios apilamientos de pinos clasificados por especies. Pinos albares (o royos), pinos laricios (o negrales) y algún pino rodeno esperan a que les llegue el turno.

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Varios montones más cerca de la fábrica. Uno con astilla de chopo y cáscara de almendra, que harán de combustible para conseguir el secado de la astilla del pino, la que se aserrinará y servirá para hacer el pellet. Una máquina recoge y pela pinos enteros, separando la corteza (que también alimentará la secadora) y el tronco que, inmediatamente se desmenuza en astilla. Te llega ese olor de la madera de pino recién cortada.

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El olor de las carpinterías.

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Y entramos en la parte cerrada. Tubos, tolvas y máquinas conectadas en los que se pulveriza la madera y se comprime formando unos gránulos de serrín: el pellet.

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La fábrica está en sus primeros días de actividad, en plena fase de ajuste técnico. Pero aún así, vemos salir sacos de plástico llenos de este combustible apilados por un brazo hidráulico.

Seis puestos de trabajo. Gente de la zona. Expectativas de crecimiento y de dar futuro a la sierra. Extensos pinares de repoblación, también otros pinares viejos. Muchos retos que habrá que conjugar. La producción de madera y de diversidad biológica. Y la protección del suelo, la prioridad. Hay que conseguir la recuperación de los robledales perdidos, el fin último. Hay muchos pinos y crecen muy densos. Pueden cortarse muchos miles de ellos. Pero sin perder de vista la conservación de la biodiversidad, esas islas con pinar viejo de Godos, Allueva y Torrecilla del Rebollar. Ese es el reto del Departamento de Agricultura y Medio Ambiente.

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La biomasa, la energía más antigua del ser humano. Tal vez la energía del futuro, al menos parcialmente. Produciéndola en un pueblo de menos de treinta habitantes y exportándola a Francia. Las vueltas que da la vida.

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Tras un día intenso, muy intenso, nos subimos al autobús que nos lleva de nuevo a Calamocha entre canciones infantiles, entre la alegría de los chavales.

Otro curso más.

1 comentario:

Paquito dijo...

¿La creación de esta fábrica de pellets tiene algo que ver con los destrozos (talas desmedidas y apertura de enormes caminos para maquinaria pesada) que venimos observando en el bosque entre Cucalón y Bádenas. Espero que no, pues no es admisible en ningún caso el destrozo que se está haciendo a este bosque sin ninguna reparación posterior de la tierra removida o del bosque talado.