Cuando te llevan a los sitios y no sabes nada. Todo es inesperado. Todo es nuevo. Si además quien te lo muestra sabe mucho, acumula muchas vivencias y conoce cómo funciona el paisaje y el paisanaje entonces … es un lujo.
Era el final de nuestro periplo por la Montaña Palentina. Y fue un magnífico broche.
Tras la segunda espera nos dirigimos a Vidrieros a recuperarnos tomando un café con leche en un agradable bar. Es el último pueblo en la cabecera del valle. Un pueblo pequeñico rodeado de prados de siega y de matorrales por el abandono de los pastos a diente.
Vidrieros, de hecho, se encuentra en la solana del pico Curavacas (2.524 m.), emblema y orgullo del valle.
Allí le tomamos el pulso al río Carrión. Bajaba bravo y caudaloso, crecido por el copioso deshielo de un invierno que ha dejado nevadas como las que hace años que no se veían.
Un río con la energía necesaria para evacuar los bloques desprendidos eventualmente desde los canchales laterales.
En la margen izquierda del valle asomaban estratos casi verticales de cuarcitas del Silúrico Superior. Bajo las crestas cuarcíticas se acumulan los bloques desprendidos formando canchales. Estos, inestables por la caída de nuevos trozos de roca, son difícilmente colonizados por las escobas y los abedules. El río, ofrece riesgos y oportunidades para la vegetación. Una orla de sargas amortigua el embate de las crecidas y la caída de bloques.
Las laderas tienen pendientes muy acusadas. El abandono de la ganadería extensiva y su manejo mediante el fuego han favorecido el desarrollo de los brezales (Calluna vulgaris, Erica arborea y E. australis) y de las escobas (Cytisus purgans). Los primeros ya estaban en plena floración, las leguminosas todavía no.
Son matorrales densos y con una gran cobertura, eficaces en la protección del suelo pero tan vulnerables al fuego como lentos generadores de humus en el mismo.
En el margen de un remanso del río, a salvo del empuje de la corriente, florecía radiante la hierba centella (Caltha palustris) …
Y seguimos remontando el valle. Con sus 45 Km. de longitud, el valle glaciar más largo de la península Ibérica, según nos informó Tino.
En la cordillera Ibérica no son especies autóctonas. Las abundantes precipitaciones favorecen a los robles y a las hayas que compiten con eficacia con las coníferas. Sin embargo, la política forestal del siglo pasado implantó cultivos de pino albar en algunos parajes del valle de Pineda. Como es el caso de la Valleja de las Cabras.
En el fondo del valle nos sorprendieron una lomas de materiales detríticos que no parecía depósitos fluviales. Las características de los clastos no eran fáciles de apreciar por estar completamente cubiertos por la vegetación.
Según los especialistas, corresponden a los restos de morrenas frontales de cierta entidad abandonados por la lengua glaciar en su retirada durante los periodos templados. Sus dimensiones sugieren que pudo mantenerse el frente durante mucho tiempo. Recomendamos la lectura de un estudio del glaciarismo de este valle.
El río se ha visto obligado a abrirse paso entre estos depósitos y, a pesar del tiempo transcurrido y de su alta energía, no ha llegado a barrerlos.
En algunos casos se observaban acúmulos que conectaban con las laderas. Pudieran ser interpretadas como depósitos coluviales.
Pero, estos no aparecen en los mapas geológicos por lo que pueden tratarse de depósitos glaciares entre los que el río Carrión se ha abierto paso alcanzando un trazado sinuoso.
En el fondo del valle, lejos de cualquier cantil o cancha, eran frecuentes unos bloques de dimensiones métricas y suaves formas.
Muy probablemente se traten de materiales transportados por el hielo, tras su caída sobre las lenguas glaciares, y depositados después de la ablación del hielo.
Sobre una escoba, cerca de la pista, un excremento de lobo con abundante pelo de ciervo.
Es probable que fuera la de un ejemplar dominante en la manada, por tratarse de un lugar abierto y accesible. Un mensaje para lobos de otros grupos. Un aviso.
Y comenzamos a caminar para cruzar el río.
Los prados estaban comenzando a producir las primeras flores pocas semanas después de la retirada de las nieves. Era un espectáculo
La diminuta genciana de primavera (Gentiana verna) …
el narciso de olor (Narcissus bulbocodium) ….
la Pedicularis palustris en suelos higroturbosos …
La delicada (Gagea lutea) en suelos con menos humedad …
el blanco ranúnculo (Ranunculus amplexicaulis) …
o la margarita (Leucantemopsis alpina) …
Las nubes cubre las montañas de ambas vertientes del valle. Pero, en ocasiones, se desvanecen y nos permiten contemplar las cumbres con sus neveros. Como es el caso del pico Lezna (2.208 m.).
y, con más suerte, el macizo de Peña Prieta (2.539 m.) …
Por la derecha bajaba tumultuoso el río Arauz con las aguas de deshielo recogidas en la vertiente norte del citado Lezna , del Pumar (2.066 m.) y del Bistruey (2.000 m.), ya en la raya con Cantabria. En menos de 9 Km. de longitud resuelve casi 750 m de desnivel.
En la desembocadura del Arauz sobre el Carrión se produce un acúmulo de sedimentos fluviales acarreados por cada río que se superponen con restos de depósitos glaciares.
Sobre los materiales aportados por los ríos y colonizados por la vegetación herbácea hacen sus madrigueras y labra sus galerías la rata topera (Arvicola terrestris) bajo el manto de nieve durante los meses invernales.
Este arvicólido es una rata de agua propia del Paleártico y que en la península Ibérica tiene una distribución restringida a las cordilleras Cantábrica y Pirineos.
Rata topera y su área de distribución en España. Fuente: MAGRAMA
Junto al río encontramos un excremento de nutria (olor a pescado) en el que había tanto escamas … ¡como una patica de topo!
Y poco más adelante … una huella de lobo.
Nos acercamos al refugio de pescadores de Santa Marina donde dimos buena cuenta de la longaniza y el jamón de Teruel y el vino de Cariñena, mientras aprendíamos de la experiencia viajera de Tino.
Grandes retamas crecían al pie del peñasco …
.. dando un pasto fresco y jugoso muy buscado por los osos en esta época del año.
Encontramos una aceitera (Meloe violaceus) de un sorprendente color azul …
Estaba muy cubierto y dudamos en continuar remontando el valle. Pero ya una vez aquí …¡allá que nos fuimos!
El río Carrión mostraba unos rasgos propios de los grandes ríos de montaña. Como lo que es. Las barras aportadas en sus crecidas y entre las que se abre paso creando canales le confieren un trazado anastomosado. Entre los canales se forman islas que son colonizadas por herbáceas y, si hay estabilidad, leñosas, como las sargas.
Esta idea se comprende mejor viendo la foto aérea.
Un río de un enorme valor geomorfológico. Todavía no alterado por la acción humana.
Nos contaba Tino que el espesor de las gravas fluviales podía ser de varias docenas de metros. Todos estos sedimentos deben estar saturados de agua para que en superficie fluya la corriente. ¡Y de qué manera lo hace!
La llanura de inundación tenía una anchura que variaba entre los 130 y los 270 m. Estas gravas eran colonizados por las sargas (Salix sp.) que formaban una masas abiertas pero extensas …
… que conectaban con las escobas que colonizaban los depósitos de ladera.
Hace unos pocos años se realizó una repoblación forestal sobre los brezales y escobares. Una máquina araña fue realizando los hoyos y plantando pino albar, mostajo y abedul.
En la imagen aérea puede verse la gran extensión afectada …
Obsérvese el detalle de los “arañazos” en el matorral. El rastro de la “araña” plantadora.
Por lo que parece, de las diferentes especies arbóreas tan solo ha prosperado el pino albar plantadas. A algunos de los jóvenes pinos, las nevadas no les ha probado muy bien …
No entiendo qué problema tienen los brezos y las escobas …
Continuamos por el camino pasando junto a un aprisco y dejando a un lado estratos de pizarras y cuarcitas silúricas …
En la margen derecha del Carrión se encuentra la reserva. Es el macizo del Curavacas.
En algunos flancos hay depósitos detríticos del Holoceno de ladera con un color más rojizo que las cuarcitas y pizarras silúricas que recubren. Son conglomerados.
Se ve en el mapa …
y en el paisaje …
… a pesar de la densa cobertura del matorral.
El paseo por el fondo del valle no podía resultar más agradable. A nuestra izquierda desciende el arroyo de Riuplanes desde la Laguna del Pozo Oscuro, un pequeño lago de origen glaciar.
La niebla y la lluvia nos impiden ver las verdaderas dimensiones de estas montañas aunque entre los breves claros se atisba su grandeza.
En las altas cotas de este recóndito valle establecen sus guaridas invernales las osas preñadas de la población oriental cantábrica. En las fisuras de los estratos y tras cerrar con paja y ramas su salida, bajo el manto de la nieve, soportan pacientes los meses fríos mientras van formando en su seno a sus pequeños. Por estas fechas ya comienzan a salir de las oseras. Pero hoy no es buen día. Hace frío y lluvia. Hoy dormirán al calor de la madre. Impresiona imaginar la escena en cualquier rincón de estos montes.
Seguimos avanzando por el fondo del valle. En pleno camino hay otro excremento de lobo, algo deshecho. Este contiene pelos y huesos de jabalí. Impresiona imaginar cómo engullirán semejantes piezas.
Y, poco a poco, alcanzamos un refugio de pastores. La chimenea humea. Junto a la puerta hay dos todo-terrenos. Dentro, cuatro ganaderos lebaniegos preparan unas judías blancas en una olla exprés. Han llegado desde la Vega abriéndose camino entre la nieve -a paladas- por el collado de la Choza de Vega la Canal (1735 m.). Compartimos un trago de vino y comentamos amistades comunes. Están supervisando el estado de los prados pues, en breve, subirán a sus vacas al valle de Pineda, cuyos pastos tienen arrendados desde hace décadas.
E iniciamos el retorno. Cae la lluvia e invita a pensar. A imaginar lo que se hubiera perdido si el Tribunal Constitucional no hubiera denegado el intento de la Junta de Castilla y León de modificar la normativa ambiental (el plan de ordenación de los recursos) para permitir la construcción de las pistas de esquí de San Glorio en este sector del Parque Natural de Fuentes Carrionas.
Una gran alegría interior te permite celebrar que, por una vez, las iniciativas de políticos desarrollistas como el Sr. Herrera (Castilla y León) y el Sr. Revilla, sí el famoso Sr. Revilla, tan locuaz y popular, y las empresas que esperaban medrar a costa destruir el patrimonio natural cantábrico, no se hayan salido con la suya.
Y vuelves pensando que las osas tendrán tranquilidad en primavera. Que esta senda seguirá sin ser asfaltada. Que los telesillas no llegarán a las altas montañas. Que las voladuras no se producirán en estas cimas. Que los arroyos no se entubarán. Que el asfalto de los aparcamiento no cubrirá las praderas. Que la Vuelta Ciclista a España no estropeará a estos montes como tristemente ocurre en Picos de Europa.
La lluvia nos acompaña durante el retorno.
La lluvia, el silencio y el espíritu ensanchado por la grandiosidad de estas montañas.
1 comentario:
Me ha gustado mucho tu reportaje de este extinto glaciar que tan bien conozco, a pesar de la ausencia de fotos que reflejen su grandeza. Tan solo requiere un una corrección en la referencia al afortunado archivo del proyecto de estación invernal en el entorno de San Glorio y es la ausencia de respaldo alguno al mismo desde la administración cántabra y su exclusividad desde la de Castilla y León que se comenzó a gestar en tiempos de J.M. Aznar presidente de la misma.
Nunca los que estuvimos luchando contra dicho proyecto tuvimos nada que reprochar al gobierno de Cantabria, entre otras cosas porque se gestaba íntegramente en territorio leonés y poco teníamos que ver desde este lado por cercano y doloroso que fuera.
De ello se deduce, evidentemente, que nada se puede reprochar al actual presidente de Cantabria, M.A. Revilla y mucho menos cuando en aquellos años iniciales el gobierno era del Partido Popular y ni tan siquiera este se manifestó como tal en sentido alguno acerca de aquél infame asunto. Muchas gracias.
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