Los chopos cabeceros han sido parte de la vida de Torre los Negros. Antes y ahora siguen siendo el lugar de los juegos, los sueños y las aventuras. Antes y ahora son recordados por los que tienen o han tenido parte de su vida relacionada con ellos. Antes y ahora son símbolo de la infancia como el territorio de los juegos, de la adolescencia como compañeros de los primeros cigarros y los primeros amores, de la madurez del trabajo y del acompañamiento de una nueva generación que reproduce una vez más la vida. Antes y ahora son la añoranza del anciano. Antes y ahora son parte de nosotros y queremos que lo sigan siendo en el futuro.
Una muestra de lo que acabamos de decir, es la poesía de Joaquín Campos Fernández, realizada para Gileta (nº 17. Febrero 1992). Él nos transmitió todos esos sentimientos, supo recoger el pasado y soñar el futuro, que, coincidiendo con nosotros, no se puede imaginar, en Torre los Negros, sin sus chopos cabeceros:
“Y presidiéndolo todo, el chopo de la fragua, el chopo vecinal por excelencia, signo, cobijo y referencia de pájaros y niños:
Alto y frondoso,
solitario señor de la explanada,
el chopo entre los chopos,
tuvo por compañeros
a los niños y pájaros camperos
que a su sombra acudían en bandada.
En su tronco rugoso
recostadas carteras y chaquetas,
vio los juegos de agallas y cartetas,
las risas y los llantos, los brincos y las tretas
de la grey infantil que enajenada,
volvía a él, jornada tras jornada.
Desde su alto penacho,
el árbol centenario de la fragua,
vio pasar trombas de agua
por la rambla vecina,
y vio herrar a los machos,
y escuchó la conseja campesina
en la larga invernada,
cuando la tierra duerme
en la nieve arrebujada.
No temió al rayo, ni al hacha, ni al estío,
ni a la escarcha ni al frío.
Desnudo y altanero,
esperó primaveras
y se vistió el primero.
Y año tras año, chaquetas y carteras,
risas, llantos y brincas y carreras,
rodearon al chopo renacido.
La alegre algarabía
de pájaros y niños,
siempre volvió donde solía.
El chopo de la fragua ya no existe.
Me dicen que es ceniza, polvo, nada.
Y una lágrima triste resbala por mi alma enamorada.
Pero existe, sí, y existe engalanado,
en mi imaginación está plantado.
Y oigo la algarabía de niños y gorriones,
y los llantos y risas y las palpitaciones
de los amigos míos
que a la sombra del chopo, también se han ido.
¡Todo volverá a ser como al principio!
Las almas de los hombres y las cosas
se vestirán de hermosura permanente.
Será más bello el árbol, el pájaro y la rosa
y más resplandecientes y agraciados
el chopo y mi niñez resucitados”.
Pilar Sarto
1 comentario:
Bonito poema, si que expresa lo bello que es este lugar.
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