Son los primeros días tras el verano en los que podemos sentir los primeros fríos. El viento del norte sopla ligero, el cierzo invade cada rincón y deja limpios los montes y los cielos, que quedan ideales ante el objetivo.
Las mañanas ya son frescas, el sol sale en torno a las ocho menos diez y se pone a las ocho de la tarde. Unas 12 horas de oscuridad y 12 horas de luz.
Muchos de nuestros montes respiran ya tranquilos después de un verano extremadamente peligroso en cuanto a incendios forestales. Otro día hablaremos de la estadística de este año y de otros, especialmente en la comarca que nos ocupa, el Jiloca.
En la vega los panizos lo cubren prácticamente todo. Ya están muy altos y poco a poco la planta comenzará a secarse. Pueden verse ya las mazorcas que serán recolectadas dentro de unos meses. Lo mismo que los girasoles en el secano, llama la atención la abundancia de este cultivo durante los últimos años.
Las capitanas hace días que ya tomaron posiciones en los campos (en los labrados durante el verano, o en los rastrojos) pero no durarán demasiado. El agricultor las eliminará con suma paciencia y el viento las llevará aquí y allá, en un viaje casi eterno y sin retorno.
En breve toca ya época de setas y seteros. Estos últimos ya sabrán dónde se han dado las tormentas más jugosas del verano, esas que convierten a un pinar en el más rebuscado.
En un mes escaso veremos también los primeros bandos de grullas procedentes del norte de Europa. Y es que el otoño es una estación repleta de citas con la naturaleza.
En breve publicaremos una de esas citas más importantes y singulares y que se va a celebrar por primera vez... una gran fiesta a la que estáis todos invitados.