Ayer mañana estuve recorriendo parte de la planicie que se extiende desde Calamocha hasta Bañón y que entra en los términos de Fuentes Claras y Caminreal. Corresponde al glacis que desciende hacia el Jiloca desde los montes que lo separan del valle del Pancrudo. Estas tierras de arcillas y limos de tonos claros forman una amplia llanura dedicada al cultivo de cereal de secano, aunque en algunos enclaves, la presencia de pozos, permite el riego de panizos y otros cultivos.
La mañana era fresca. Suave helada, escarcha y sin viento. La tierra estaba mojada tras la última lluvia (11 L/m2).
Una buena parte de los campos se encontraban sembrados y en muchos ya asomaban las cebadas recién nacidas. En otros campos se veían labores de cultivador realizadas tras la siega con las cañas removidas y semienterradas. Por último, predominaban los rastrojos de cereal con ausencia de renacido y escaso desarrollo de la flora arvense por la escasez otoñal de lluvias.
Se trataba de realizar un transecto para el Atlas de Aves Invernantes que se viene realizando desde SEO-BirdLife durante tres años en ciertas cuadrículas (10 x 10 Km.) para conocer qué especies, en qué ambientes y en qué número invernan en el territorio español. Hay realizar 20 recorridos de 15 minutos anotando todas las aves que se observan durante el mismo, indicando en cada uno el tipo de ecosistema y las coordenadas.
El inicio fue impresionante. A distancia, en unos rastrojos situados al sur del antiguo aeródromo, se veían sobrevolar unos enormes bandos de alaúdidos formados en su mayor parte por alondras comunes y, en menor medida, por calandrias. Era difícil estimar el número pero podían ser bastantes cientos, tal vez un millar. Posiblemente fueran los primeros movimientos del día de una concentración de dormidero. Como se encontraban fueran del itinerario preestablecido, no tuve el problema de asignar una cifra.
A lo largo de la jornada volvía a encontrarme muchos pequeños bandos de alaúdidos. Tal vez algunos estuvieran formados o nutridos por ejemplares de aquella gran bandada.
Las alondras aguantan la proximidad humana y sólo levantan el vuelo ante la inminente llegada del paseante. Se agrupan en bandos de entre una y dos docenas. Son muy comunes en los secanos de la parte baja del valle aunque se aproximan a los montes donde no desdeñan los campos abancalados y en vertiente. En total se registraron 469 ejemplares.
Las calandrias son mucho más esquivas. Es raro verlas en el suelo pues alzan el vuelo a mayor distancia. Sólo estaban presentes en los rastrojos del fondo del valle. Los bandos son algo mayores. Se pudieron observar 274 ejemplares.
Sin embargo la especie más abundante durante la invernada en estos campos es el pardillo común. En los amplios secanos se agrupan en pequeños bandos pero en los márgenes del valle en donde abundan los eriales con matorrales abiertos (salvia, tomillo y gramíneas xerófilas) forman bandadas que pueden superar los dos centenares de pájaros. En conjunto anoté 1098 individuos.
En estos ambientes también es común la cogujada montesina aunque sus poblaciones son mucho más modestas por estar restringida a este hábitat en el que la abundancia de alimento es menor.
Por último, en los rastrojos, en los escasos pipirigallos y en los pequeños prados entre campos podían verse algunas bisbitas comunes casi siempre solitarias o en grupos muy pequeños.
Todos estos pájaros, que presentan tonos pardos en su plumaje, dependen para sobrellevar el invierno de las semillas de plantas silvestres que quedan en la superficie de los campos.
Los secanos son unos ambientes poco considerados por su valor ecológico sin embargo son el soporte de una importante comunidad de aves invernantes que permanece en nuestra comarca desde noviembre hasta febrero. Miles de pardillos, alondras comunes, calandrias, bisbitas campestres, cogujadas montesinas y comunes, además de otras especies dependen de los rastrojos, pastizales y eriales de los secanos del Jiloca.
Estos estudios sirven para evaluar su importancia y compararla con la de otras tierras de la península Ibérica.