Al final de ese mismo siglo, la situación de la madera despertó un interés general por la condición de los bosques, comenzando a promulgarse las primeras leyes que incluían criterios selvícolas con el fin de proteger los recursos de los bosques.
En muchas partes de Europa y de España, muchos de los bosques de frondosas de "baja calidad" fueron sustituidos por extensas reforestaciones de coníferas en el transcurso de los siglos XVIII y XIX; en suelos ricos, el roble y el haya, fueron sustituidos por abetos, mientras que en los suelos más pobres se plantaban distintas especies de pino.
Los bosques europeos pasaron de ser desiguales a ser homogéneos y de edades iguales.
Las guerras que se fueron sucediendo en Europa y en España acabaron com muchos de nuestros bosques, devastando numerosas zonas boscosas.
Más tarde se reforstaron amplias zonas boscosas con especies monoespecífcas de coníferas, que muchas veces poco tenían que ver con las especies nativas del lugar, y en otros lugares se llevaron a cabo programas de forestación intentando recuperar terrenos degradados para proteger el suelo de la erosión.
El resumen de esta serie de actividades antrópicas que generaron en la mayoría de los casos impactos negativos, concluyeron en lo que tenemos actualmente: bosques en los que dominan las masas de edades uniformes, relativamente jóvenes y con poca variedad de especies. La acción del hombre ha influido e influye en el grado de naturalidad y diversidad de los bosques, representando en la actualidad un pequeño porcentaje los bosques no modificados por la acción humana.
El futuro de los bosques actuales reside en la conservación y mejora de la diversidad biológica, siendo uno de los pilares fundamentales para la gestión forestal sostenible.
Si algo podemos hacer, es aprender de los errores que se cometieron en el pasado y no cometerlos nosotros hoy en día, aunque parece ser que no aprendemos, teniendo ejemplos muy cerca de nosotros de lo que sería un proceso de regresión, eliminando especies nativas para reforestar con especies alóctonas, convirtiendo el "bosque" en una masa monoespecífica y homogénea dejándo mermadas a las generaciones futuras de satisfacer sus necesidades y de poder disfrutar del monte lo más parecido a su estado natural.