Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

lunes, 30 de abril de 2012

LA PANIQUESA

En la mayor parte del territorio aragonés a la comadreja se le denomina paniquesa, tal vez por la semejanza del color de su pelaje al pan y al queso.

Explorar

Hace dos años para navidades dando un paseo por un pedregal de Monforte de Moyuela, una vivaracha paniquesa erguida sobre sus patas traseras nos observaba a muy corta distancia. Como pude, tratando de no asustarla, saque la cámara fotográfica, enfoqué y accioné el obturador. Mi sorpresa fue mayúscula al oír el sonido de la cámara advirtiéndome que se me había agotado la batería. 

Este año la escena se repitió de nuevo, aunque en esta ocasión el avistamiento fue en las Cinco Villas. Sirvan de ilustración las imágenes que pude tomar esta vez.

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La comadreja es el mustélido más pequeño de la península Ibérica. Con gran diferencia entre machos y hembras en cuanto a la longitud y peso del cuerpo (17.5 cm. a 25 cm. y 70 gr a 200 g. para los machos y 16.5 cm a 19 cm y 40 g. a 80 g. las hembras). Este dimorfismo sexual permite evitar la competencia entre géneros al depredar cada sexo sobre especies diferentes. Presenta una elevada tasa metabólica necesitando un constante aporte de alimentos. Un adulto posee un ritmo respiratorio de 96 a 104 respiraciones por minuto y un ritmo cardiaco de 420 a 510 latidos/minuto, para hacernos una idea el ritmo respiratorio en el ser humano es de 10-12 ciclos por minuto y el cardiaco de 60-90 pulsaciones/minuto.

Voraz cazador, goza de no muy buena reputación en el mundo rural por sus ataques a gallineros y conejeras, siendo perseguido y cazado con cepos, lazos y cebos envenenados hasta hace muy poco tiempo. Injustificado merecimiento por ser ataques escasos y actualmente inusuales. Sin embargo constituye un eficaz regulador de las poblaciones de roedores en nuestros campos, por ser estos su dieta principal junto con otros micromamíferos y pollos de aves.

Jesús Blas Gadea (Monforte de Moyuela)

sábado, 28 de abril de 2012

UNA SUERTE EN EL REBOLLAR DE TORRECILLA

La Rambla del Pinar es uno de los principales afluentes del río Pancrudo. Recoge por su margen derecha aguas de los montes de Godos, Torre los Negros y Torrecilla del Rebollar a través de una serie de arroyos.

Los de la zona norte del valle son Cañarramón, Carramonte y Valhondo, tienen un recorrido más largo y drenan la parte de El Pinar, que se extiende como una suave rampa hasta la divisoria con el valle del Huerva. Es la solana del valle.

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En la parte sur recibe caudal de los barrancos de San Pedro, del Saucal y del Poyal. Son arroyos más cortos, de mayor pendiente y menor caudal. Drenan la zona conocida como La Sierra, una abrupta ladera que se eleva hasta los páramos de San Pedro y Zarzuela.

La Rambla del Pinar viene a deslindar también dos ambientes litológicos. En ambas vertientes afloran rocas sedimentarias depositadas durante el Mioceno, pero corresponden a dos tipos de ambientes químicos y, consecuentemente, florísticos.

En la parte norte, los materiales son arcillas rojas, arenas y conglomerados silíceos procedentes del desmantelado de las cuarcitas paleozoicas. El agua tiende a disolver parcialmente la sílice y los suelos son ácidos y pobres en calcio.

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Por otra parte, estas profundos depósitos detríticos retienen con eficacia el agua. Estos dos factores determinan la comunidad florística, permitiendo el desarrollo de unos robledales que precisan de una reserva hídrica durante el verano para sobrellevar la intensa transpiración de las hojas, que son mucho más vulnerables a la sequía que las de la carrasca, en una zona de intensa sequedad estival. Los rebollares y los marojales, son robles mediterráneos. Sus hojas permanecen secas durante la estación desfavorable. Estos bosques, antaño llegaban hasta cerca del pueblo, pero las roturaciones los hicieron retroceder. Más arriba, estos robledales mantenidos como tallares, se intercalan con el pino royo (o albar), una de las singularidades botánicas de la zona al ser, posiblemente, una de los pocos pinares de origen natural en la comarca.

En la parte sur, afloran calizas margosas dispuestas en estratos horizontales, lo que explica el relieve tabular de esta amplia meseta. Los suelos tienen un pH básico, lo que limita la presencia del marojo y relega al rebollo a grietas sombreadas donde domina la guillomera. Son terrenos antaño muy pastoreados y el paisaje viene definido por un matorral corto de labiadas aromáticas (ajedrea, espliego, salvia y tomillo), salpicado por enebros, zarzas escalambrujeras y alguna carrasca.

En la cabecera del valle, Torrecilla del Rebollar está casi en la divisoria entre el valle del Martín y el del Pancrudo. Con sus 1165 m. es uno de los pueblos más elevados de la comarca. Terreno de clima frío, con inviernos largos y veranos cortos.

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Pero nunca le ha faltado leña. Su apellido alude a la reserva de combustible: el rebollar.

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Antaño sería un bosque denso y frondoso formado por grandes árboles. Las talas y el aprovechamiento histórico de leñas favorecieron su transformación en un tallar. Es un sistema menos maduro pero con una gran capacidad de proporcionar madera, manteniendo su productividad en el tiempo y ofreciendo un ambiente semiforestal.

El régimen de aprovechamiento mediante un sistema de cuarteles consistía en dividir el monte en una serie de parcelas. Cada año se cortaban todos los pies de rebollo de una partida, que previamente había sido subdividida –y sorteada- entre tantas suertes como casas hubiera abiertas en el pueblo. Al año siguiente, se aprovechaban las de otra, respetando y facilitando la recuperación del resto. Y así, sucesivamente, hasta al cabo de veinte o veinticinco años volver a la inicial.

A principios del siglo XX, en Torrecilla del Rebollar llegaron a hacerse más de ciento veinte suertes de leña en los inviernos. Eran tiempos en los que había otras tantas casas abiertas. Coincidió con el máximo demográfico de nuestros pueblos.

Paseando a principio de marzo por Cañamadera vimos esta estampa.

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Al fondo, el rebollar con turno de más de veinte años. Tiene el color gris de la corteza por haber perdido la mayor parte de las hojas. Delante, una suerte de hace pocos años en pleno rebrote con un tono más rojizo por haber retenido la mayoría de ellas.

Aquí y allá, salpican pinos royos que crecen con vigor sobre estos suelos pobres.

Los pueblos van a menos. Cada vez hay menos banderas de humo en los días de invierno. Nos comenta Bernardino que en este año tan solo se han hecho media docena de suertes cuando, hasta hace poco, no bajaba de la quincena.

Pero, con una perspectiva ambiental, esto tiene aspectos positivos que se pueden observar. El rebollar comienza a recuperarse. Al alcanzar más altura y densidad, crea ambientes húmedos que favorecen la presencia de plantas delicadas y escasas, propias de los bosques maduros. El aporte de más hojarasca permite frenar la erosión y recuperar lentamente los horizontes del suelo, la fertilidad, además de permitir el desarrollo de comunidades complejas de hongos. En los ribazos, aquellos pequeños rebollos que escaparon a la motosierra son ya árboles prósperos.

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Es el momento de preservar algunas manchas de rebollar, de marojal e incluso de pinar para dedicarlas a bosques maduros, a producir biodiversidad, evitando talas y limpiezas. Esa filosofía se ha promovido desde el Servicio Provincial de Medio Ambiente de Teruel mediante la confección de los inventarios de bosques singulares realizados por el equipo de José Manuel González.

lunes, 23 de abril de 2012

PASO DE ANÁTIDAS EN EL BALSÓN DE CAMINREAL

En los montes de Villalba de los Morales, Caminreal, Torralba de los Sisones, Torrijo del Campo y Blancas afloran unas calizas y dolomías que se depositaron durante el Cretácico.

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Estos materiales carbonatados presentan numerosas fracturas, fisuras y planos de estratificación que favorecen la infiltración del agua y la recarga de este sector del acuífero 57.

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Los Ojos de la Rifa en Caminreal son un punto de descarga de este acuífero. En una serie de manantiales afloran las aguas subterráneas y a través de un arroyo son conducidas hasta alimentar el río Jiloca. El Balsón es una pequeña depresión próxima a los Ojos Altos puesta en cultivo y que evita su inundación mediante unos drenajes y una parada que conduce el agua que nace en el manantial hacia el río. Este pequeño humedal comienza a perder agua conforme se inicia la campaña de riego secándose completamente.

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Este invierno has manado mucha agua en los Ojos Altos. A pesar de la parada, el agua ha inundado el Balsón en una superficie de una hectárea alcanzando una profundidad máxima de unos 40 cm. Este pequeño humedal no pasa desapercibido a las aves acuáticas. Diversas especies de patos, rálidos, rapaces y pájaros emplean las aguas libres, los prados, carrizales y junqueras para alimentarse, encontrar refugio o descansar. Al ser un lugar de reducida superficie, las anátidas tienen muy poca defensa ante la presión de los cazadores por lo que mientras dura la temporada de caza los patos son escasos y muy huidizos.

Ahora bien, cuando comienza la veda, a finales de febrero y primeros de marzo, terminan los peligros y acuden al Balsón. 

Desde finales de marzo a primeros de abril, se instaló una cámara-trampa para registrar el movimiento de aves acuáticas. Y ha dado gratas sorpresas y hermosas imágenes.

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Se han llegado a censar hasta cien patos.

Predomina el ánade real (o azulón), especie que permanece y cría en la zona aunque con un efectivo modesto.

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Algunos días se sedimentan pequeños grupos en migración de cerceta común que ha alcanzado censos de hasta 50 ejemplares aunque permanecen poco tiempo ya que continúan hacia sus carteles de cría en países del centro y norte de Europa.

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Estos humedales someros son del agrado de estos pequeños patos de superficie. Esta imagen algo cortada muestra a un macho mientras se alimenta de plantas acuáticas …

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Mucho más escasa, también puede verse la cerceta carretona.

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Se observan además ánades frisos ….

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… zampullines chicos …

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e incluso algún tarro blanco.

Entre las cañas es fácil oír el reclamo del rascón, en los prados puede haber alguna avefría mientras en las orillas no es raro el andarríos grande o la agachadiza común

Y, en un par de semanas, ya llegan la cigüeñuela, limícola que algún año ha llegado a reproducirse.

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Foto: Rodrigo Pérez

Hay que ver lo agradecida que es la naturaleza cuando se la deja tranquila.

Antonio Torrijo y Chabier de Jaime

domingo, 22 de abril de 2012

ACTIVIDADES EN EL VALLE DEL MIJARES

Nos informan desde el Colectivo por la Naturaleza y los Pueblos Sanos que se ha organizado una excursión por el río Mijares, quizás por el tramo más bonito, será el domingo 13 de mayo. Se reunirán en Olba, en el frontón que está a la entrada del pueblo, a las 10h y desde allí iremos con coches hasta la Central Hidroeléctrica de la Hoz, donde se dejarán los coches para comenzar un paseo por el rio, barrios y sendas cruzando paisajes estupendos hasta llegar al pueblo de Olba nuevamente.
En otros vehículos se sube a los conductores hasta la central eléctrica a recoger los coches, los demás pueden ir al mercadillo que se monta ese día en el frontón y después los que quieran y hayan reservado su plaza de paella con una semana de antelación, nos quedaremos a comer en alegre compañía.

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Animaros que es de esperar un buen día.

Por otra parte, ya en el los días 8, 9 y 12 de junio, se celebrarán unas Jornadas Ornitológicas en el Albergue Molino de Olba en las que habrá talleres de identificación visual y por canto, de estudio de egagrópilas, escuchas de aves nocturnas y otras muchas actividades.

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Una oportunidad de introducirse o de profundizar en el conocimiento de estos animales en un precioso paraje.

jueves, 19 de abril de 2012

LA ZARAGOZANA, ENTRE EL MAESTRAZGO Y LA SIERRA DE GÚDAR

Hay un territorio de la cordillera Ibérica en el que la sierra de Gúdar y el Maestrazgo turolense se fusionan. El paisaje y la cultura son tan similares que los geógrafos encuentran dificultad para asignarlo a una u otra comarca natural. Los políticos, con más facilidad para echar las rayas, por lo que hemos visto no han tenido tanto problema.

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El río Sollavientos puede considerarse un límite físico en este homogéneo territorio. Desde su nacimiento en el puerto de Valdelinares hasta su desembocadura en el Alfambra en Allepuz, ha labrado un valle flanqueado por un par de líneas de suaves y altas montañas. Las de su margen derecha hacen de divisoria de aguas entre la cuenca del Alfambra (y por tanto del Turia) y la del Guadalope, es decir la del Ebro.

Uno de estas montañas es La Zaragozana (1.916 m.) es fue el motivo que una excursión con acometí con Chabi el pasado Sábado Santo.

La carretera que une Villarroya de los Pinares y Fortanete, tras superar el puerto de Villarroya inicia un brusco descenso conocido como Cuesta de Villarroya. Poco antes de llegar al Km. 75 y de atravesar un profundo barranco, sale a mano derecha (dirección Fortanete) un tramo de la antigua carretera, ya abandonada, que desciende hasta un viejo puente, donde acaba y puede dejarse el vehículo. Un evidente camino permite acceder al barranco del Tajo.

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El itinerario no tiene pierde en sus inicios. Se trata de remontar el barranco por el fondo, siguiendo una pista que va mejorando progresivamente.

El paisaje está definido por el pinar. Al principio se trata de un pinar mixto, con predominio del pino royo o albar (Pinus sylvestris) sobre el pino negra o laricio (Pinus nigra ssp. salzmanni), pero conforme se asciende se hará una masa pura del primero.

En esta zona, la altitud (1.400 m.) aún permite el desarrollo del buje o boj (Buxus sempervirens), tanto en las crestas y canchales como dentro del propio bosque. Este arbusto es mucho más común en las zonas de media montaña del Maestrazgo.

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Estamos en el tramo superior del piso bioclimático supramediterráneo.

El itinerario remonta un profundo barranco en cuyo lecho se alternan los depósitos de pequeños cantos y unos bancos calizos de color rosado. En sus márgenes, sendas laderas con acusadas pendientes y caídas de más de 150 metros conectan con una serie de lomas cubiertas de pino royo.

Estas laderas acumulan clastos procedentes de la gelifracción, arcillas liberadas por la disolución kárstica y los restos orgánicos de los seres vivos que forman y colonizan el suelo. Estos materiales están sometidos a una activa erosión areolar,  que los transporta hasta el cauce, donde son evacuados esporádicamente en las avenidas.

Por un lado, los fenómenos de reptación son importantes. La expansión y contracción alternante de los materiales superficial por la congelación y deshielo o por quedar empapados y resecos movilizan lentamente las partículas. Los árboles deben responder a la inestabilidad de estos sistemas lo que se manifiesta en la curvatura de la base de los troncos.

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Pero algunas herbáceas son capaces de formar unos céspedes con tendencia a almohadillarse.

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Las caídas de materiales detríticos de mayor tamaño y la acción erosiva de las aguas salvajes complementan los procesos de ladera. La eficacia de estos fenómenos queda en relieve cuando se rompe la continuidad de la vertiente.

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En los márgenes de la rambla y en las partes bajas y estables de las laderas, prospera un matorral de salvia (Salvia lavandulifolia), ajedrea (Satureja intricata), espliego (Lavandula latifolia), tomillo (Thymus vulgaris) y aliaga (Genista scorpius), que viene acompañado de herbáceas vivaces como el junquillo (Aphyllantes monspeliensis) o el cárice (Carex humilis).

En los afloramientos rocosos no es raro el guillomo (Amelanchier ovalis) y en aquellos en los que aflora algo de agua el avellano (Corylus avellana) estos días con sus amentos masculinos bien desplegados…

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Entre las grietas o bajo la rama de algún arbusto, pero siempre protegida de la luz directa, encuentra su ambiente la hepática (Hepatica nobilis), una de las primeras plantas en florecer en estas frías montañas.

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Cuando los bancos de calizas descansan sobre margas y estas han sido erosionadas, se forman resaltes laterales a modo de viseras, que en su parte inferior acaban desmoronándose. Algunas de grandes dimensiones han llegado a ser empleadas como pequeños cobertizos para guarecerse de la lluvia.

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Es un pinar de propiedad privada activamente explotado. La mayoría de los árboles son jóvenes y son muy escasos los de mayor diámetro. Un cartel informa de la ejecución de un plan de mejora financiado por la Unión Europea en el que parece que se ha producido algún aclareo.

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La pista sigue ascendiendo por el fondo del valle.

Entre los pinos abundan los herrerillos capuchinos …

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… los carboneros garrapinos ….

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… pero, sobre todo, los piquituertos …

 

que no cesan de abrir piñas para extraer sus semillas.

En general, aunque climáticamente el invierno no ha terminado en estos montes, la actividad de los pájaros del bosque manifiesta la proximidad del celo.

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Y aparecen los primeros rodales nevados, restos de las lluvias de los primeros días de la Semana Santa. Las primeras precipitaciones tras el pasado y seco invierno.

Coincide con la cota de los 1.600 metros. Las matas de labiadas aromáticas ya han desaparecido y, simultáneamente, comienza a abundar la sabina rastrera (Juniperus sabina) y, cada vez más abundante, el enebro (Juniperus communis). El eléboro que ya tenía bien desarrollado el tallo de su inflorescencia en la parte baja del barranco, en esta zona más alta mantiene empieza a formar el mismo sobre la roseta de hojas.

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El agua que gotea de los salientes rocosos se hiela por la noche formando chupones o columnas.

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Entramos en el dominio del piso oromediterráneo. El pino royo, la sabina rastrera (o chaparra) y el enebro común forman la tríada básica del paisaje vegetal.

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Les acompañan la arlera o agracejo (Berberis hispanica) que está aún sin hoja y Astragalus sempervirens, arbusto espinescente de hoja vellosa y porte rastrero.

Conforme se remonta el sendero queda a mano derecha el barranco del Tosco. Seguiremos ascendiendo muy suavemente por el barranco principal.

De las ramas de los pinos penden líquenes que no habíamos visto en la parte baja del valle.

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En diversos puntos nos hemos encontrado unos huesos mordidos y rotos de un herbívoro del tamaño de una cabra o una oveja. Se nos hace raro, pues no vemos indicio de la presencia reciente de ganado. Un poco más adelante encontramos la respuesta.

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La cabra montés también se ha extendido por estas partes altas de la sierra. Y, como vemos, a algunos ejemplares el invierno les ha pasado factura.

Cuando llevamos una hora y media de camino, encontraremos un valle lateral que se abre a nuestra derecha. Es el barranco de la Mediana.

Los rodales de nieve cada vez se hacen más frecuentes y más extensos en las protegidas umbrías de estrecho valle. Y los pequeños mamíferos forestales dejan la huella de sus andanzas sobre la blanca capa.

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El tejo o tajo (Taxus baccata), que daba nombre al barranco principal, es ahora algo más común...

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y forma pequeños grupos de matas ya con cierto desarrollo, pero casi siempre más anchas que altas.

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En los estratos de calizas se aprecian algunas manifestaciones de los esfuerzos de la orogenia Alpina. A la izquierda puede verse un pliegue, con continuidad por la derecha, que se ha fracturado creando una pequeña falla inversa.

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Cruzaremos una pista forestal con una baliza de itinerario ciclista y una señal de coto micológico.

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No sabemos como estará funcionando la experiencia de gestión que ha puesto en marcha la comarca del Maestrazgo para intentar revertir los beneficios de la recolección de hongos en este territorio.

Seguimos remontando por el fondo del barranco por un camino. El monte de nuestra izquierda es conocido como Matarraña, ya es término de Valdelinares. El de la derecha, la Loma de Romero pertenece a Allepuz. Al poco, aparece un desvío en un claro del bosque. Nueva señal de coto de setas. Continuamos por el camino de la izquierda hasta dar con la puerta de una valla con alambre espino, indicador de la presencia estival de ganado vacuno en estos pastos altos, y tras ella una pequeña balsa.

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Seguimos el curso del arroyo, entre prados y grandes sabinas rastreras prácticamente cubiertas de nieve.

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El cielo, parcialmente despejado durante buen parte del recorrido, queda completamente cubierto de una enorme nube blanca. Hacia el oeste, siguiendo la dirección del riachuelo parece intuirse el Collado de la Mediana que se abre al valle del Sollavientos. A nuestra izquierda, entre las nubes, se levanta La Zaragozana.

Comienza a nevar. Decidimos hacer tiempo comiendo tras el muro de un caseto ganadero con el tejado formado por grandes losas calizas. En un hueco, un paraguas plegable y en uso, nos habla de la vida que mantienen estos montes.

Arrecia la nevada. Decidimos acometer el ascenso a través de un pequeño collado en el que el viento se encaja. Llegamos a un plano y perdemos completamente la perspectiva de la cima. La nieve nos desorienta y la ventisca nos aturde. Estamos a 1864 m.  Volvemos con ayuda de la brújula que nos dirige de nuevo al barranco de la Mediana.

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Sobre los espinos se mueve una pareja de tarabillas comunes incapaces de encontrar algún insecto sobre el prado cubierto de nieve. Una liebre que acaba de pasar hace unos minutos dejando sus huellas, sale escopeteada de su cado en una chaparra.

Nieva con ganas.

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y da gusto verla caer entre los pinos ….

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Descendemos por el mismo sendero pero con un nuevo paisaje …

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que nos ha ofrecido esta nevada de abril en una de las sierras más hermosas de la cordillera Ibérica.

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Un paseo por la alta montaña mediterránea hacia una de sus cimas menos conocidas: La Zaragozana.

Que, por cierto, es algo más que una marca de cerveza.