La Montaña Palentina es una amplia comarca que incluye la parte de la vertiente sur de la cordillera Cantábrica situada dentro de la provincia de Palencia. Este amplio territorio queda enmarcado por un cordel de cumbres con altitudes comprendidas entre los 2.000 y los 2.500 m. y las llanuras que se extienden por el sur hacia la Depresión del Duero (Meseta Castellana). Estas cimas recogen las copiosas precipitaciones que originan los frentes que entran desde el próximo mar Cantábrico, situado a tan solo 40 km., que llegan a alcanzar los 2.000 L/m2. Las lluvias y el deshielo organizan una red fluvial que se recoge hacia la cuenca del Duero, a través del río Carrión (oeste) y el Pisuerga (este).
En su mayor parte y durante siglos la Montaña Palentina basó su economía en la ganadería extensiva aunque en el sector meridional la agricultura de secano tuvo su importancia. A finales del siglo XIX la expansión de la minería de carbón (hullas y antracitas paleozoicas) rompió completamente el modelo económico y social tradicional, evolucionando desde una fase expansiva hasta el declive asociado al cierre de las minas al cesar la subvención estatal por las directrices de la Unión Europea. Mientras tanto una red de embalses ocupó los mejores prados y bosques de los fondos de valle inundando, al tiempo, numerosas aldeas.
En la actualidad, mantiene su población en Aguilar de Campoo, por la importancia la industria galletera, pero la está perdiendo en los otros dos grandes núcleos urbanos, Guardo y Cervera de Pisuerga, y sobre todo, en los numerosos pequeños pueblos. En las últimas décadas ha ido adquiriendo auge el turismo basado en el interés ambiental de sus espacios naturales, incluidos mayormente en el Parque Natural de Fuentes Carrionas, y en su rico patrimonio histórico y artístico (arquitectura románica), aunque se encuentra parcialmente eclipsado por la fama de los próximos Picos de Europa.
El pasado puente del primero de mayo decidimos hacer una incursión a estas tierras. Y comenzamos con un paseo que nos acercó a las montañas de sus estribaciones meridionales donde se alberga una de las joyas botánicas: el valle de Tosande.
Encajado entre las moles calizas de Peña Horadada (1.818 m.) y el Pico de las Cruces (1.516 m.) el arroyo de Tosande desciende suavemente desde el noroeste entre prados y bosques en su recorrido hacia el río Pisuerga.
El parque natural de Fuentes Carrionas viene muy determinado por la presencia de dos especies de gran interés social y al mismo tiempo de complicada gestión: el oso pardo y el lobo. Especialmente el primero, que presenta aquí una pequeña y amenazada población. Y de unas abundantes poblaciones de ciervo, corzo y rebeco que tienen un intenso aprovechamiento cinegético. Por eso los gestores de la Junta de Castilla y León han realizado una organización del territorio orientando a los turistas hacia unos pocos lugares muy bien preparados para la visita y así evitar su presencia en lugares sensibles o en los que hay interferencia con la caza, actividad que mueve mucho dinero y alrededor de la que orbita buena parte de la gestión ambiental.
El valle de Tosande es uno de esos selectos espacios naturales promocionados para su visita por el público general. Y allí nos encaminamos Carmen, José Antonio y yo, tras recomendación de Tino García, nuestro amigo y contacto en la Montaña Palentina, a quien recordarán los participantes en algunas de las últimas ediciones del Curso de Ornitología Práctica de la Universidad de Verano de Teruel por haber participado como profesor.
Comienza la ruta en el estacionamiento situado junto a la carretera CL-626 a la altura de Dehesa de Montejo.
Desde el primer momento ya observamos la doble naturaleza litológica. Materiales carbonatados y silíceos que tenían su expresión en el paisaje vegetal: encinares y robledales.
La influencia del sustrato es superior a la del clima. Así, las zonas más elevadas, en las que se recogen precipitaciones algo mayores y que deberían albergar a los caducifolios, son el hábitat de la encina, mejor preparada para la sequedad edáfica por la intensa infiltración del agua a través de sus fisuras; en cambio, en la partes bajas, los materiales detríticos silíceos retienen el agua permitiendo el desarrollo de quercíneas caducifolias a pesar de que las precipitaciones pueden ser inferiores.
En los espinos que orlan el bosque y en los pastizales dos aves nos llamaron la atención. Ambas son comunes como nidificantes en la cordillera Cantábrica pero su presencia es escasa en la parte de la Ibérica de la zona del Jiloca. Uno es el
escribano cerillo (
Emberiza citrinella) …
Escribano cerillo. Fuente: SIOC
Acentor común. Fuente SIOC
Echamos de menos al alcaudón dorsirrojo (
Lanius collurio) que todavía no había llegado desde sus
cuarteles de invernada africanos a estas frías tierras castellanas.
Cruzamos por un túnel la vía ferroviaria La Robla-Bilbao. Esta línea de vía estrecha, la más larga de Europa occidental, fue construida para transportar el carbón castellano y leonés hacia la industria siderúrgica vizcaína siendo, además, la vía de salida de la emigración de estas tierras montañosas en la década de los ‘60 hacia el País Vasco. En la actualidad languidece tras el cierre de las minas y el declive demográfico, aunque la Junta de Castilla y León financia su uso para pasajeros por el interés social e incluso se intenta potenciar su uso turístico.
El sendero no tiene pérdida pues está muy bien señalizado como un PR …
Al descender hasta el fondo del valle ya dimos con un afloramiento de pizarras fracturadas por la gelifracción en afiladas astillas y acumuladas en ladera a modo de un microcanchal.
Y nos internamos en el robledal. Era una masa de marojo (Quercus pyrenaica) formada por pies jóvenes y coetáneos, tal vez resultante de un antiguo tallar….
Uno de los aspectos que antes nos llamaron la atención fue la abundancia de líquenes arborícolas sobre los troncos de los jóvenes robles. Entre ellos, la competencia por el espacio era tremenda.
La primavera llega tarde a estas tierras y los marojos todavía no han producido sus nuevas hojas. Este es el momento oportuno para la floración de un elenco de herbáceas que tapizaba el sotobosque. Plantas como la anémona (Anemone nemorosa) …
o la violeta ….
Entre las lutitas y areniscas silíceas del Carbonífero Superior encontramos una pequeña escombrera de carbón y restos de una explotación no hace mucho abandonada, con sus raíles para las vagonetas y con la estación de carga, posiblemente vinculada a la cercana mina de Felipe Villanueva …
En su entorno, prados y espinares …
en donde abundaban el petirrojo, la curruca capirotada y el cuco, incansable en estos días en los que afianza su territorio de cría.
En sus ramas aún era más impresionante el desarrollo de los líquenes epífitos ….
¡Qué humedad debe mantener de continuo el aire en estos montes!
Nos internamos en un estrecho abierto por el arroyo entre las calizas. La superficie del peñasco estaba tapizada igualmente por musgos y por saxífragas (Saxifraga cananiculata) …
asomando nuestro conocido eléboro (Helleborus phoetidus) en la repisa.
Junto al sendero encontramos los restos de una cierva. Bueno faltaban la cabeza y las patas ….
José Antonio advirtió que los extremos de las costillas estaban astillados, muy posiblemente por el diente del lobo …
Algo apartados estaban los huesos de una pata con restos de pellejo …
y, al menos, dos especies de coleópteros necrófagos en plena actividad reproductora …
El más grande, en plena reproducción, era Necrophila rufithorax, cuya foto en Biodiversidad Virtual es la primera cita en España.
Nos internamos en el carrascal, algo aclarado para intentar mejorar el porte de los árboles …
La niebla cerraba la parte alta del valle. A ratos caía una suave lluvia. José Antonio, mientras tanto, recopilaba docenas de imágenes para incorporarlas a Biodiversidad Virtual. ¡Qué ferrete!
En las zonas de pendiente más suave las calizas carboníferas mostraban indicios de modelado kárstico producido por las abundantes precipitaciones. Era un incipiente lapiaz…
que en donde aparecían rocallas por las arcillas de descalcificación retenidas entre sus grietas …
Entre los peñascos encontramos un eléboro que nos resultó nuevo. Con flores escasas y verdes. Se trataba de Helleborus viridis …
una especie propia de los claros y linderos del bosque caducifolio.
Al ascender, frente al carrascal (bien establecido en la solana) comenzó a aparecer el hayedo, prácticamente puro, por la desaparición del marojal, incapaz de tolerar el carácter básico del sustrato carbonatado. Sobre los peñascos desprendidos encontramos a un narciso igualmente nuevo para nosotros: Narcissus triandrus.
… que formaba unos macizos singulares.
Al mismo tiempo, los musgos no dejaban un centímetro de roca a la intemperie …
El bosque se fue abriendo y alcanzamos un amplio prado donde pacían docenas de vacas …
Los terneros se agrupaban unos con otros. Parecía una guardería.
Las vacas y tres mastines vigilaban muy de cerca al grupo. Es tierra de lobo y de oso.
Este PR es un sendero muy conocido. Nos fuimos encontrando con grupos familiares, senderistas de edad madura e incluso con corredores de montaña. Sobre el peñasco del mirador unos niños voceaban ruidosamente para provocar el eco rompiendo el silencio del bosque. Al rato, nos alcanzó un grupo de caminantes que había venido en un mismo autobús, al parecer, de Valladolid.
Es el precio de la fama.
Una baliza dirige el sendero hacia la ladera de la umbría en donde se encuentra la tejeda de Tosande, la joya de la corona.
Primero nos internamos en un joven hayedo, aún sin hojas, que fuimos recorriendo mientras ganábamos altura…
y en el que florecían algunas plantas propias de estos ambientes nemorales, como la ranunculácea (Anemone ranunculoides) y la lechetrezna (Euphorbia hiberna).
Y, tras varias lazadas por la ladera del monte Tosande, comenzamos a ver los primeros tejos. Primero, algunos dispersos, aportando su verde oscuro al rojizo de las ramas desnudas de las hayas. Conforme cogíamos altura, eran cada vez más frecuentes …
… y de mayor diámetro de tronco.
Troncos rojizos, lustrosos bajo la lluvia y con alineaciones de abultamientos horizontales …
Esta tejeda es famosa por la gran concentración (743 ejemplares) y por las notables dimensiones de los árboles, pues cuenta con ejemplares de 150 cm. de diámetro.
El paseo, afortunadamente en soledad y silencio, fue muy agradable ofreciendo la oportunidad de observar los detalles de estos árboles centenarios, algunos cercanos al milenio.
Troncos retorcidos …
con grandes huecos …
con abundante madera muerta …
y árboles caídos desarrollando su lenta descomposición por los organismos saproxílicos …
e incluso árboles fénix ….
La Junta ha apostado por facilitar el acceso del público a a tejeda. Debió de ser un dilema: divulgar o no divulgar.
En su contra, el acceso de miles de personas cada año. Posiblemente varias decenas de miles. Personas sin control que se mueven libremente en un ecosistema muy sensible. Pisoteo de raíces y brinzales, basuras, ruido …
En su favor, el favorecer el conocimiento, el aprecio por el bosque maduro, el valorar el lento ritmo de la naturaleza y su fragilidad.
Para ello, la Junta ha diseñado un sendero muy bien acondicionado. Carteles informativos y orientativos …
escaleras y pasillos para evitar la compactación del suelo por el pisoteo …
No encontramos basura alguna. Tal vez la idea de que el tejo es un árbol asociado a la religiosidad de las culturas precristianas haya podido inculcar entre los excursionistas la idea de que esta tejeda tiene algo de santuario.
El pujante y joven hayedo vecino parece amenazar a los tejos centenarios. Otro dilema para el gestor. Vimos algunas hayas anilladas, suponemos que para favorecer la iluminación de los tejos en esta ladera en umbría y con las hayas en expansión.
Debatíamos con Tino sobre el modelo de manejo de este bosque. Sobre si podía haberse reservado a las visitas con guías de naturaleza para evitar la masificación favoreciendo a un tiempo a las pequeñas empresas locales. O si la situación actual, que permite un fácil y libre acceso, permite que más personas conozcan este tesoro natural y se consiga la concienciación por la vivencia directa.
Cada vez me acerco más al punto de vista de los gestores anglosajones que, asumiendo el riesgo del impacto ambiental, favorecen el que las personas disfruten en el medio natural para, en definitiva, ganar adeptos a la conservación.
Como en todo, hay que analizar caso a caso.
En Tosande, pienso que se ha acertado.