La sierra de Baza forma parte de la cordillera Bética. Entre Sierra Nevada y la sierra de los Filabres, asomando sobre las Hoyas de Guadix y de Baza, emergen unas montañas que culminan en el monte Santa Bárbara (2.271 m.). Está situada en la provincia de Granada aunque linda con la de Almería.
Eclipsadas para el público por las cercanas y espectaculares cumbres del Mulhacén y del Veleta, alejadas además de la turística ciudad de Granada, estas sierras interiores son poco conocidas. Sin embargo, albergan unos valores ambientales que las han hecho merecedoras de su declaración como parque natural por la Junta de Andalucía en 1989 en una extensión de 53.649 hectáreas.
La sierra de Baza desde la Depresión de Guadix-Baza. Foto: Junta de Andalucía
Especialmente destacado es el conjunto de comunidades vegetales organizados en pisos de vegetación entre los que sobresalen los pinares de montaña (albar y negral), los bosquetes de arces y los prados de alta montaña.
Pinares albares en el piso oromediterráneo. Foto: Junta de Andalucía
Este territorio, antiquísimamente poblado por el ser humano, ofrece múltiples huellas de su actividad integrándose los valores culturales y los ambientales, a pesar de la desaparición de las comunidades rurales de montaña tras el éxodo de los años 60.
Este invierno hicimos una incursión a esta sierra. Accedimos por su vertiente norte, desde la depresión de Guadix y de Baza. Se trata de un territorio en el que encontramos rasgos que nos recordaron a ciertas comarcas del sur de Aragón. Un altiplano situado a más de 800 m. de altitud y rodeado de elevadas montañas. Una cubeta sedimentaria –antigua laguna endorreica- con potentes depósitos de arcillas. Un clima frío y seco, afectado por el efecto Fohen de la potentes sierras próximas. Un paisaje agrícola de cereal y almendro, con la singularidad del olivo que asciende hasta los 900 m. por efecto de la latitud, y unas vegas dedicadas mayormente al cultivo de los chopos híbridos. Como si estuviéramos en el Alfambra. Como veremos más adelante, no fue lo único que encontramos en común.
Desde Caniles nos dirigimos hacia el sur atravesando primero campos de cereal, de almendros y de cultivos de plantas aromáticas…
pero, conforme comenzamos a ascender, asomó un paisaje muy diferente.
A pesar de la notable altitud y de la relativa proximidad al mar, estas vertientes están afectadas por la sombra pluviométrica que ejercen las potentes sierras del entorno. Era un antiguo paisaje ganadero, pastizales ralos en su día, en proceso de recuperación tras el retroceso de la cabaña ovina y caprina de las últimas décadas. Un paisaje que nos hablaba también de erosión por las acusadas pendientes, por los materiales deleznables y por la deforestación histórica. Era un paisaje muy bello.
formado predominantemente por esparto …
y retama …
Plantas xerófilas y heliófilas, así como tolerantes a las heladas, con adaptaciones para sobrellevar la tremenda presión ambiental.
Al remontar de nuevo cambió el paisaje. Entramos en el pinar.
Pinares negrales (salgareños, dicen allí) plantados en los años 70 sobre abruptos montes de sustrato silíceo (esquistos y gneises) y sobre el dominio del carrascal, aunque también del propio pino negral. Estas plantaciones fueron realizadas en un contexto histórico del desarrollismo franquista y en un marco social de abandono de la población rural hacia los polos industriales españoles. Seguramente no debieron estar exentos de conflicto por ser afectar a un territorio extensísimo, casi inabarcable con la vista.
Sin embargo, aún encontramos actividad ganadera, fundamentalmente rebaños de ovejas que pacían en los claros de los pinares …
Subimos por la carretera que lleva a Escúllar hasta la cota de los 1.900 metros donde encontramos nieve sobre el firme en alguna umbría. Y dimos con nuestro objetivo. El acceso al sendero de los álamos centenarios.
Descendimos entre el pinar por el barranco del Aguardentero en busca del Arroyo Bodurria.
Un valle alto que estaba enmarcado por cimas de casi 2.000 metros.
En el fondo fuimos encontrando algunas tierras de labor, las más abandonadas y cubiertas de herbáceas aprovechadas como pastos. Cerca de los campos encontramos los primeros álamos negros.
Árboles de troncos gruesos y huecos, con corteza agrietada y con abultamientos laterales. Árboles de porte tortuoso, con ramas dispuestas desordenadamente y que parecían descansar sobre un soporte más antiguo. Algo extraño y familiar a un tiempo para nosotros.
Al poco alcanzamos el propio arroyo Bodurria. La notable altitud y las fechas invernales permitían la presencia de hielo a pesar de lo avanzado de la mañana …
Avanzamos un poco más y dimos con los álamos centenarios.
Viejos chopos con troncos huecos ..
…. de cuyos extremos surgían gruesas ramas.
Troncos con la cruz a escasa altura …
En ocasiones las ramas crecían rectas …
pero las más de las veces curvadas …
A veces surgían las ramas desde otras curvadas ….
Eran ejemplares muy veteranos …
Parecían trasmochos. Pero nos costó confirmarlo ya que el turno de escamonda debió perderse hace muchas décadas. Nos acercamos a un cortijo que estaba siendo recuperado por sus antiguos pobladores. Rondaban los setenta años y habían vivido en la sierra hasta los quince años. No conocían el aprovechamiento de las ramas mediante la escamonda.
Y seguimos estudiando los árboles. Al cabo, dimos con una grupo en el que eran evidentes las superficies de corte en la base de las ramas, en la misma cruz.
Un corte que debió realizarse desde el propio suelo…
.. y que dejaría a los brotes al acceso del diente de las entonces abundantes cabras. Algo raro.
Pero evidencia de que se trataba de álamos negros trasmochos como se observa en este ejemplar muerto.
Tal vez hubiera un par de cientos de ellos en la ribera del arroyo Bodurria. También los había bravíos. Más jóvenes, generalmente …
… siendo todos ellos objeto de interés entre los gestores de este espacio natural protegido.
Aguas abajo encontramos un bosquete de álamo temblón (Populus tremula), con ejemplares en buen estado y de gran interés biogeográfico por encontrarse en su límite meridional ya que esta especie es más propia del ámbito eurosiberiano.
Muy cerca de la aldea de Los Mellizos, abandonada desde hace más de cuarenta años. Esta cortijada es un testimonio de la vida serrana en estos montes previa a la emigración y a la plantación de pinos.
Hoy en ruinas, recorrer el caserío te hace trae a la mente las voces de las gentes y de los ganados, los huertos cultivados …
y el olor del humo de las chimeneas y de los hornos, por entonces en pleno uso ...
Volviendo a pensar en el uso de los viejos álamos trasmochos llegamos al pequeño cementerio, cuya puerta estaba recién restaurada. En el suelo se habían dejado las antiguas vigas del antiguo pórtico. Eran ramas curvadas, como las de los chopos del arroyo.
Lo que confirmamos entre los edificios que aún quedaban en pie.
Las vigas eran también de álamo negro…
Es posible que la ausencia de arbolado en estos montes sobrepastoreados obligase a los paisanos a aprovechar las ramas de los chopos de la ribera mediante su escamonda. Aunque también pudieron ser fustes obtenidos de tallares o de jóvenes bravíos.
Tenemos constancia de la existencia de chopos cabeceros en la sierras interiores de la Región de Murcia, territorio repoblado por aragoneses tras su conquista por los cristianos. La sierra de Baza está a menos de menos de 100 km. de Sierra Espuña, una de estas sierras murcianas. Es solo una hipótesis.
En cualquier caso, estos árboles tienen una notable singularidad y su gestión tradicional incluye aspectos que se nos escapan.
Junto a la cortijada de Los Mellizos afloran unos peñascos que angostan el valle y encajan el arroyo.
Aguas abajo, pero muy cerca del pueblo, encontramos otra de las joyas naturales de esta excursión: el castaño monumental.
cuyas castañas debieron aprovechar muchas generaciones de serranos, tal como nosotros hicimos pues estaban recién caídas ….
Y, al volver, también cerca de la aldea, encontramos este pino negral centenario ….
testigo de los primitivos bosques que poblaron estas sierras.
Una sola jornada invernal por la sierra de Baza nos descubrió alguno de sus numerosísimos valores ambientales. Es un territorio que merece la pena conocer, que en muchos aspectos evoca a las sierras del sur de la Ibérica. Pero también con notables diferencias. También la población de chopo cabecero más meridional en la península Ibérica que conocemos, una verdadera singularidad cultural.
Este espacio natural dispone de una interesante y actualizada publicación on-line que recomendamos para quien desee conocer más. Se trata de la revista digital Proyecto Sierra de Baza.