Tarde o temprano, de una forma u otra, nuestros montes han sido o serán pasto de las llamas, el fuego es un elemento más modelador del paisaje vegetal mediterráneo.
Pinar de Valmadrid, 22 de diciembre de 2010. Un incendio asoló este pinar carrasco natural a finales de Julio de 2009, durante unos días aciagos en cuanto a incendios forestales en la comunidad aragonesa.
Durante siglos, quemas agrícolas, pascícolas, rayos, descuidos, guerras, venganzas... han hecho que nuestros montes ardiesen. Otra cosa fue la intensidad y la extensión con la que éstos ardieron.
Regeneración natural del carrascal quemado en San Gregorio (Zaragoza), 11 de diciembre de 2009. El incendio se produjo en agosto de 2009 y arrasó más de 7.000 ha.
El monte mediterráneo, especialmente los pinares naturales de pino carrasco, son una formación vegetal en la que el fuego tiene un papel fundamental. De manera natural estas masas forestales tenderían a una densidad y a un crecimiento en el que cualquier rayo, bajo determinadas condiciones meteorológicas, podría devolver todo el monte a la etapa inicial de la sucesión ecológica.
Las piñas del pino carrasco se abrirían con el paso del fuego y constituirían, junto al banco de semillas del suelo, la base de otro pinar que germinaría rápidamente en esa primera etapa de la sucesión tras el incendio, junto a otros árboles y arbustos que aumentarían la diversidad vegetal del bosque maduro. Está demostrado que la regeneración de pino carrasco tras el paso de incendios forestales es muy superior a la regeneración natural sin este factor. Lo mismo ocurre con las cistáceas y otras especies arbustivas, muy adaptadas al paso del fuego. En la Ibérica, repoblaciones de los años 40 y 50 de Pinus pinaster también han demostrado tener buena capacidad regenerativa tras el paso del fuego.
Regeneración natural del pino carrasco en Valmadrid (Zaragoza). 20 de agosto de 2010
Los fuegos forestales constituyen una selección natural de especies, una selección de formas de vida y una regeneración de especies forestales y arbustivas, además de una movilización de nutrientes al suelo.
El ser humano no ha permanecido ajeno al monte, muy al contrario. Antaño sus recursos eran aprovechados (en el mediterráneo leñas y pastos principalmente) por lo que era raro que éste siempre llegase a etapas excesivamente maduras, con altas espesuras y arbolado de grandes dimensiones. También vivía más gente en el entorno rural, quizá el humo de cualquier conato de incendio se viese mucho antes, y al haber menos combustible diese más tiempo de sofocar las llamas (con muchos menos medios, dicho sea de paso).
Antaño también habría olas de calor y condiciones muy adversas con fuertes vientos en las que los montes se convertirían potencialmente en auténticos polvorines. Son suposiciones, pero parecen bastante razonables vistas desde la lejana perspectiva.
En los incendios de los montes valencianos de finales de junio ardió la mayor parte de la superficie en tan sólo unas horas. Lo mismo ha ocurrido en Cataluña estos días atrás. Ante determinadas condiciones meteorológicas poco o nada pueden hacer los medios de extinción. Imágenes AQUA MODIS
En los grandes incendios de la Comunidad Valenciana y Cataluña de estos días atrás, y por extensión a los que vendrán durante los próximos años, lo único cierto es que el fuego, como la gran mayoría de las veces (salvo algunas excepciones territoriales como puede ser precisamente la provincia de Teruel, donde el incendio por rayo ocupa hasta más del 50% de los siniestros) ha sido provocado por imprudencias y las condiciones meteorológicas tan adversas han hecho el resto.
De forma natural con esas condiciones meteorológicas hubiese sido imposible que el monte hubiese ardido de esa manera. Con una tormenta, de no ser una tormenta seca, sería de esperar que las precipitaciones hubiesen mitigado en parte el fuego. En todo caso, con esas dimensiones de superficie arbolada conectadas, los grandes incendios, bajo esas condiciones meteorológicas, están asegurados.
El incendio de Castanesa (Huesca) fue uno de los primeros grandes incendios de esta temporada en Aragón, ya en el mes de marzo. Un invierno muy seco y una negligencia valió para provocar un gran incendio a finales de invierno, algo no muy común, menos aun en la zona que se produjo. Empujado por el viento del Norte el humo llegó hasta el Jiloca, como puede verse en esta imagen de satélite.
Sea como fuere lo que parece claro es que muchas masas forestales mediterráneas prácticamente carecen de gestión alguna, no basta con tener un dosel arbóreo que haga una vista bonita o deje buena sombra para el picnic, ni siquiera que sirva para mitigar la erosión. Las masas forestales necesitan una gestión sostenible y global, que propicie además cambios en la propia fisionomía de la masa: el monte debe ser un ente cambiante, en constante proceso de renovación, no basta con asegurar la etapa madura y la tangencia de copas. Hay que asegurar también estadios regresivos y colonizadores “controlados”, debería ser parte de la función de la administración como gestores forestales.
Es fácil también caer en la crítica hacia las repoblaciones forestales. Sin embargo, la gran mayoría de los pinares que han ardido en la comunidad valenciana son masas naturales de pino carrasco en distintos estados de crecimiento. Bien es cierto que existen gran cantidad de repoblaciones que igualmente carecen de una gestión satisfactoria por parte de la administración y suelen ser en muchos casos pasto de las llamas sin control.
Desde los años 70 y 80 el colectivo de ingenieros de montes ha sentido una presión mediática muy crítica con gran parte de las acciones que se fueron haciendo en los montes, en particular las repoblaciones forestales. La corriente conservacionista abrió un debate necesario, muy crítico con las actuaciones forestales y el organismo ICONA que las comprendía y representaba por aquél entonces. Esta corriente fue arrastrando a la opinión pública, la Administración y los propios técnicos hacia posteriores políticas enfocadas hacia el conservacionismo y no hacia la gestión forestal de usos múltiples, haciendo caso omiso de Estrategia Mundial para la Conservación de la Naturaleza (1978) con un parón en el desarrollo político en este sentido.
El ICONA fue un organismo administrativo español para el estudio y actuación en la conservación de la naturaleza, que por el Decreto-Ley 17/1971 de 28 de octubre reemplazaba al preexistente de la Dirección General de Montes. Estuvo adscrito al Ministerio de Agricultura y jugó un papel muy controvertido en la conservación de los espacios naturales. Tras la asunción de la mayoría de sus competencias por las distintas Comunidades Autónomas, fue sustituido en 1991 por la Dirección General de Conservación de la Naturaleza.
Son corrientes que en muchos casos han calado profundamente para bien a la hora de gestionar nuestras masas arboladas, pero también para todo lo contrario: muchas masas carecen de aprovechamientos, son meros tapetes verdes, bosques donde si, viven multitud de especies animales y vegetales, pero con ello no se garantiza su supervivencia. Si aceptamos los bosques sin ningún tipo de intervención humana deberíamos aceptar los incendios forestales como parte de su propia existencia y su final. Pero es duro ver arder miles y miles de hectáreas y supone, queramos o no, una enorme pérdida económica, toneladas de CO2 liberadas a la atmósfera, muerte de cientos de especies animales y vegetales... pequeñas catástrofes si lo vemos a una escala de tiempo mucho mayor. No es algo concebible bajo nuestro criterio “racional”.
El aprovechamiento forestal de los montes por parte de los paisanos prácticamente ha desaparecido y de alguna forma hay que revertir el proceso. Poco a poco se va ganando en extensión y cantidad de masa forestal y arbustiva. El monte debe ser explotado de una forma u otra para mantener un equilibrio que hace muchos años que se ha perdido: ganadería, herbívoros salvajes, selvicultura, trabajos de infraestructuras contra incendios forestales... está claro que todo debe ser dimensionado y para ello es necesaria una correcta gestión por parte de los técnicos de la administración y el conjunto de la sociedad vecinal. Lo que está claro es que todas son piezas del mismo puzzle y sin duda todas son necesarias. Además deben establecerse controles para que las inversiones en el medio forestal no se prioricen nunca desde un punto de vista fuera de los puramente ecológicos, ambientales y técnicos. Lamentablemente la política también hace mella en estos ámbitos.
Incendio en las inmediaciones de Calamocha. 2 de julio de 2011
Hay que reconocer que los años de bonanza económica trajeron grandes inversiones también en los montes, pero ni mucho menos lo suficiente como para garantizar su perpetuidad. Aquellas inversiones millonarias quedarán con el tiempo difuminadas, pues en los tiempos que corren soplan malos vientos para los trabajos en el monte: todo hace pensar que con los recortes veremos reducida aun más la superficie "gestionada" por las distintas administraciones. De nuevo el abandono y la gestión real se quedará en el papel, en enormes tochos de proyectos de ejecución y ordenación forestal.
Todo esto, unido a los amplísimos plazos de la administración para la gestión mediante la ordenación de los montes, tal y como la conocemos hoy, implica que la gran mayoría de nuestros montes carece de una gestión real, rápida y eficaz. Los plazos y procesos deberían simplificarse más para poder llevar a cabo una gestión real de los recursos forestales, pero como en muchas cosas, la administración se pierde en el papeleo y la burocracia en detrimento del fin mismo de las acciones.
Queremos comentar también que el pasado viernes 13 de julio un incendio en un campo de rastrojo pudo provocar uno mucho mayor en los términos municipales de Lagueruela y Calamocha (Collados), de no ser por la acción rápida de los medios de extinción y de muchos vecinos de los pueblos vecinos. El fuego estuvo a punto de alcanzar el pinar de Collados, la puerta de entrada a la enorme superficie forestal de la sierra de Fonfría. Según medios de comunicación la extensión afectada por el fuego fue de unas 100 ha, sobre todo rastrojo.
Fué un incendio muy similar a otro ocurrido el 12 de julio de 2009 entre Badules y Villahermosa del Campo y que te contamos también en este blog http://naturaxilocae.blogspot.com.es/2009/07/incendio-en-badules-villahermosa-del.html
Crucemos los dedos en este verano seco y convulso. Como el que no estudia el temario completo para el examen, seamos conscientes de que ahora tan sólo el azar nos puede librar del suspenso, de esos grandes incendios forestales con enormes pérdidas humanas y económicas.