Ayer sábado, en el marco del Festival Poborina Folk celebrado en la localidad de El Pobo, el Colectivo Sollavientos organizó una excursión para recorrer el monte de Castelfrío y conocer los parajes afectados por el incendio forestal del verano pasado.
La docena y media de animosos visitantes contábamos con Ángel Marco, buen conocedor de los valores naturales y de la historia de los aprovechamientos de estos montes, y de José Antonio Alloza, investigador Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) y especialista en los procesos que tienen lugar tras los incendios forestales.
El monte de Castelfrío, como la mayor parte de las sierras de la cordillera Ibérica, debió tener durante los últimos siglos un uso ganadero. En los años 50 del siglo pasado fue comprado por el Estado para mantener los bueyes que empleaba en las repoblaciones forestales que por entonces se comenzaban a prodigar. Tras la mecanización de estas labores con tractores orugas fue dedicado a centro experimental de ganadería extensiva y, tras su ordenación, en buena parte a la reforestación con coníferas, pino silvestre en mayor medida.
El pasado mes de julio un rayo caído en Corbalán y un fuerte viento del suroeste extendieron las llamas hasta estos montes.
El sábado pudimos observar muchas cosas.
Los sectores más afectados han sido los pinares por la fácil propagación del fuego entre copas debido a la elevada densidad de árboles.
Como puede verse en la imagen anterior, aquellos parajes poblados por pastos y sabinas rastreras con arbustos dispersos, aún estando en áreas muy venteadas no han sido tanta afección.
Las lluvias de este invierno y esa primavera tan húmeda han favorecido un pujante desarrollo del estrato herbáceo que está cubriendo con eficacia el suelo desnudo.
También se aprecia el rebrote de los rosales y del agracejo, arbustos espinosos adaptados al fuego. No así del enebro y la sabina rastrera.
Los trabajos posteriores al incendio están avanzados. Se ha retirado la madera aprovechable de los árboles quemados, se han construido faginas con las ramas para reducir la erosión.
La mayoría se hacen sobre las propias laderas siguiendo las curvas de nivel. Algunas se colocan sobre los cauces de los pequeños barrancos. Casi ninguna, sobre las cárcavas ya constituidas.
Casi todos los árboles quemados han sido cortados, aunque en algunas zonas aún se encontraban en pie, no sabemos si de forma premeditada o por que todavía no se ha podido hacer.
En otras laderas se han construido diques con pequeños fustes quemados.
Y, por último, también vimos amplias zonas en las que las ramas y troncos de menor diámetro han sido triturados y los restos han quedado distribuidos sobre el suelo.
En opinión de los especialistas, para reducir el riesgo de erosión tras el incendio, no pueden aplicarse soluciones únicas ante realidades tan complejas y variadas.
De entrada, los investigadores han demostrado la ineficacia de las faginas para retener la escorrentía ya que el agua discurre bajo el ramaje. El terreno comprendido entre ambas queda desprotegido.
Sí puede resultar útil la construcción de pequeños diques de troncos dispuestos perpendiculares a la línea de pendiente en las cabeceros de los barrancos y en los canales de desagüe. Igual que en los márgenes y en el fondo de las cárcavas abiertas .
En cambio, el triturado y distribución de las ramas reduce la desprotección y favorece la humificación de la madera al quedar en contacto con el suelo.
Muy preocupantes son las incisiones abiertas en las laderas por la maquinaria al extraer los troncos. Estas líneas suelen seguir la pendientes máxima y se ofrecen a la escorrentía superficial para crear nuevos surcos. Igualmente, las nuevas vías de acceso movilizan grandes volúmenes de tierra que queda expuestos.
Pero la cuestión de fondo es…. ¿qué se va a hacer en los montes quemados? ¿van a ser plantados nuevamente por pinos para repetir de nuevo el proceso? ¿se favorecerán a especies con capacidad de rebrote o de germinación tras el fuego? ¿cuáles son los objetivos, contentar a la opinión pública, regenerar suelos, conseguir masas homogéneas que pinten de verde los montes? ¿Qué papel va a tener la ganadería? ¿van a continuar engulléndose los presupuestos medioambientales la gestión de los pinares y sus probables incendios?
Un interesante debate están comenzando a abrir sectores sociales de Teruel, como la Plataforma Nuestros Montes No Se Olvidan o como el mismo Sollavientos.
Es claro que en esta situación histórica (desplome de la sociedad rural, cambio climático….) hay que repensar cuál es el futuro que se quiere dedicar a los montes. En lo que casi todos coincidimos es que no pueden volver a ser considerados como bosques a los cultivos forestales y en que no podemos ignorar que la clave está en el suelo …. y no el el vuelo. Aunque no sea fácilmente perceptible y comprensible por la gente.