El búho campestre (Asio flammeus) es una rapaz nocturna de la familia de Strigidae que acostumbra a vivir en humedales, carrizales, praderas, campos y otros espacios abiertos del centro y norte de Europa.
Búho campestre descansando. Foto: Uge Fuertes
En los países mediterráneos suele ser un invernante regular aunque no abundante y reproductor en años señalados que coinciden con explosiones demográficas de topillos, su presa preferida.
Área de nidificación del búho campestre y rutas de movimientos migratorios
Esta situación se ha dado en la laguna de Gallocanta a lo largo de 2014 y la presencia del búho campestre ha sido algo especial. Como veremos.
El invierno pasado las poblaciones de topillos fueron abundantes en la cuenca endorreica. No al punto de poder hablar de explosión demográfica pero sí fueron más comunes que la mayor parte de los inviernos.
Pero además, se trató de un invierno suave y contaba con una factor muy favorable para su crecimiento. El buen número de hectáreas sembradas de forrajeras vivaces (pipirigallo y alfaz), una acertada medida agroambiental para este espacio que pretende reducir la contaminación por nitratos del acuífero de Bello. Estos cultivos plurianuales funcionan como praderas artificiales no siendo roturadas durante al menos tres años. La estabilidad que necesitan los topillos.
Así mismo, las observaciones de búho campestre fueron habituales y regulares, a lo largo del final del otoño y durante todo el invierno. Es más, el 17 de noviembre de 2013 Antonio Torrijo y José Miguel Pueyo observaron una pareja realizando vuelos de exhibición. Pero siempre se trataba de ejemplares aislados o alguna pareja.
Terminó la estación, sin las heladas rigurosas de otros años, como puede consultarse en
La Garita del Jiloca. Pero, lejos de desaparecer con la llegada de la primavera, continuaron los registros de ejemplares a lo largo de todos los meses primaverales y estivales. De nuevo aves solitarias o emparejadas. Incluso pudieron verse parejas de búhos campestres realizando vuelos nupciales en los prados de Bello o de Las Cuerlas, lo que sugiere que una posible nidificación. Tal vez incluso dos parejas.
Es posible que las crecientes poblaciones de micromamíferos, especialmente de topillos, que adqurieron el grado de explosión demográfica a lo largo del verano, fueran aprovechadas por esta rapaz nocturna, de comportamiento muy adaptable a los recursos que dispone.
Sendas abiertas por el topillo campesino.
La tranquilidad y la extensión de dichos parajes, y la habilidad para esconder el nido entre los herbazales, imposibilitaron confirmar la reproducción.
No sería algo excepcional en Aragón, donde hay evidencias de reproducción esporádica en varias localidades de la Depresión del Ebro y en zonas aledañas. Pero sí para la cuenca endorreica de Gallocanta, donde es un invernante escaso y habitual, pero no reproductor.
Las observaciones en este humedal continuaron prodigándose a lo largo del otoño añadiéndose a los adultos que habían permanecido la primavera y verano –y los que pudieron nacer- los que arribaban para comenzar la invernada.
La segunda sorpresa provino de la observación a mediados del recién pasado mes diciembre de concentraciones inusualmente elevadas de búho campestre. Primero fueron 13 ejemplares el día (Antonio Torrijo, Pilar Edo y Sabi) en una zona de prados y rastrojos próximos a la laguna. Unos días después, en el mismo paraje fueron 25 ejemplares (José Luis Rivas y Javier Sampietro) viendo un par más en otras zonas. Dos días después, Francisco Hernández realizó otra interesantísima observación que reflejó en la página Orniaragón de Facebook que transcribimos:
“ …Llegué a contar 49 "escondidos" en dos linderos sin espantarlos (más otros dos individuos en sendos puntos en este caso en vuelo sobre carrizales) lo que indica que seguramente podría haber el doble o el triple..... Esta concentración desde luego es absolutamente inusual en Gallocanta, pero concentraciones similares yo al menos recuerdo haber visto en dos inviernos a principios de los ochenta en albardinares de la orla de vegetación del entorno de Saladas de Sástago”.
Pareja de búhos campestres. Foto: Francisco Hernández
Es posible que este año haya incluso más de un dormidero, según el criterio de José Luis Rivas, ya que al atardecer ha podido observar varios ejemplares volando en zonas alejadas de la principal zona de concentración.
En cualquier caso, son unas citas de gran interés si bien no deja de ser concordante con la trayectoria que ha mostrado la especie y la evolución demográfica de los topillos. En resumidas cuentas, la lechuza campestre, una especie divagante y oportunista durante su invernada es capaz de localizar las zonas con mayor abundancia de recursos tróficos y concentrarse en gran número.
Esta concentración localizada de búho campestre también ha atraído a los ornitólogos y, especialmente, a los aficionados a la fotografía. Muchos de ellos, con prudencia, se han limitado a observar o a tomar fotografías desde los coches sin molestar a las aves durante su descanso diurno. Otros, ávidos de planos más cercanos, se han acercado a estas confiadas aves hasta llegar a hacerles levantar el vuelo para esconderse en lugares menos visibles. Esto, además de incomodar a las aves, perjudica a otros observadores menos intrusivos que pueden dejar de verlas.
Búho campestre en rastrojo. Foto: Fco. Javier Sampietro
De nuevo, queda de manifiesto el potencial que ofrecen los prados del entorno de Gallocanta para permitir los procesos ecológicos, como el descrito, aún en años de aguas bajas como es el presente. Las fluctuaciones demográficas de los topillos, al parecer, marcan el ritmo, como ya vimos con las rapaces diurnas a final de agosto.
Pensamos que debe reconocerse el acierto de los agricultores y de los gestores de este humedal de no haber empleado rodenticidas este verano para reducir las poblaciones de topillos en unos momentos de desasosiego en que preocupaban los daños en los cultivos de patata.
Hace una semana subimos a verlos. Dimos una vuelta por los caminos de la loma de la Virgen al caer la tarde. Los ribazos y los rastrojos viejos estaban completamente perforados por galerías y pasillos de topillos. Escrutamos con prismáticos y catalejo los montones de piedras y los ribazos. Ni rastro. Unos bulticos se movían en un sembrado … un grupo de perdices apuraban a picotear semillas antes de que cayera la larga noche. Grandes de bandos de grullas entraban desde el norte hacia los prados de Las Cuerlas. A lo lejos, en los Ojos, remotos grupos de patos (azulones, cercetas, tarros …). Cielo rojo, frío intenso y el trompeteo grullero. Quedaban diez minutos de luz.
Decidimos sentarnos sobre una piedra, cogiendo perspectiva sobre el páramo calizo y sobre las labores cercanas a la laguna. De repente, tras nosotros, oímos un áspero “cheh-ef”. Ahí estaban. Salían de ahí y de allá. Simultáneamente llegamos a ver a tres ejemplares en vuelo. Habría más.
Iniciando la jornada de caza. Foto: Uge Fuertes
Pensaba que saldrían directas a cazar hacia los prados húmedos de la laguna. No fue así. Sobrevolaban a baja altura los rastrojos de la loma, trazando lazadas, recorriendo los linderos una y otra vez. Recordaba la estrategia de vuelo de la golondrina común cuando caza entre las nubes de mosquitillos que se levantan sobre un campo. Alguna se posaba sobre un montón de piedras recortando su silueta sobre el horizonte rojizo.
Con el frío y el silencio de la tarde, nos volvimos a casa con ese grato sabor que te da el haber vivido una nueva experiencia con la vida silvestre de este espléndido humedal.