Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 13 de febrero de 2013

POR LOS CARRASCALES DE LA SIERRA DEL PECO

Este domingo he recorrido el valle del arroyo del Val.

Nace en los montes de Luesma, atraviesa el extremo oriental del término de Fombuena y desemboca en el río Huerva, ya en el de Cerveruela. Este arroyo recoge las aguas de la vertiente oriental de la sierra del Peco, conjunto de montañas que cierran por el sur el valle del Huerva y que conectan con la sierra de Herrera. Es un territorio con escasos campos de labor y pocos caminos por lo que he seguido el curso del arroyo.

Es el dominio del carrascal, bien adaptado a la sequedad del ambiente y al sustrato silíceo, cuarcitas y pizarras paleozoicas.

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Son formaciones arbustivas, rebrotes de cepa tras siglos de aprovechamiento de sus leñas para producir carbón vegetal. Son masas densas, pues cada mata, además de crecer en altura, lo ha hecho lateralmente llegando a conectar con la vecina.creando un ambiente umbrío en el sotobosque, favorable para la descomposición de su dura hojarasca

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Estos carrascales son muy extensos. Posiblemente, sea la mayor masa de carrascal silicícola de la cordillera Ibérica. De hecho, es un Lugar de Interés Comunitario el conjunto de las Hoces del Huerva.

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Es un territorio muy favorable para los jabalíes …

… que encuentran alimento, refugio y tranquilidad.

Pero este domingo no ha sido así, ni para ellos ni para mí. Comencé el recorrido en el pinar de Luesma. Varias horas siguiendo el curso del arroyo me interné en la raya con el límite de Fombuena. Por los altos de La Pajaranca se oían ladridos de perros y voces de rehaleros por la ladera del monte de Fombuena. No se oían tiros. Entonces no sabía por donde podían estar los puestos de los cazadores….

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Bajaba tranquilo por el fondo del arroyo, por el único paso posible entre el denso carrascal, mientras tomaba notas y fotos, algo inquieto por la cacería. De repente me he dado de bruces con un cazador armado con su rifle.

Se hacía notar con su chaleco fosforescente. Yo, con mi vieja zamarra, pasaba desapercibido entre las carrascas. Como dice José Antonio, iba disfrazado de jabalí.

Uno tras otro, he ido encontrándome a unos ocho cazadores. Te obliga a estar en tensión, a advertirles antes de que ellos lo hagan. A explicarles mi trabajo y inofrmarles de mi recorrido. Han sido correctos, pero sus inquietantes rifles te privan de la tranquilidad que venía disfrutando desde el punto de la mañana. Son los amos del monte. Esta actividad, en ese momento, es incompatible con ninguna otra. Es un privilegio que se otorgan ante el resto de la sociedad.

En ese momento solo piensas en salir cuanto antes fuera de su zona de tiro.

Cuando lo he conseguido alcanzo la desembocadura del barranco de la Peña del Tormo. Allí estaba la segunda fila de tiradores. Dejo la visita programada a este pequeño valle para otro día. Las circunstancias mandan. Un pena.

Vuelvo a saborear el silencio y la tranquilidad del carrascal.

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Un bando de unas ciento veinte grullas volaban hacia el norte. Se adelantan tres semanas sobre el calendario.

Sigo arroyo abajo. El carrascal se ha ido clareando hasta casi desaparecer. El caudal es abundante y hay pocos vados. Las zarzas y espinos ocupan las orillas. El peñasco te cierra el paso. Hay que cruzar.

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Y, en estas, que oigo un trajín entre las estepas que hay bajo un sauce. No veo nada. Cruzo como puedo y atravieso la muralla de espinos. Cuando asomo la cabeza entre las zarzas ….  ¡un joven jabalí huye ladera arriba!

Foto: Ángel Rabanal

Entre ásperas laderas pobladas de aliagas y de zarzas escalambrujeras.

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Salgo hacia el Huerva pensando que este jabalí estaba en el sitio correcto en el momento oportuno. A ver el próximo fin de semana si tiene igual suerte … A ver yo.

3 comentarios:

Jesús Blas dijo...

Es uno de los lugares que me gusta de recorrer. En alguna ocasión me he visto dentro de una batida inesperadamente. Aunque no comparto esta afición,respeto a quienes la practicán. Creo que la administración debería facilitar en algún boletín o através de algún medio de información las fechas y lugares concretos de las cacerias a realizar durante la temporada,para así los no cazadores poder disfrutar del monte sin sobresaltos,sin pasar nervios y pudiendo planificar a donde y cuando ir. Pienso que no sería tan dificil. Todos saldriamos ganando.

Fer dijo...

Es tiempo de caza Chabier. Tendrás que hacerte con uno de esos chalecos fosforescentes aunque sólo sea por seguridad. O eso o dejar la faena para más adelante...

Anónimo dijo...

Aunque en vez de matar animales fueran a jugar al parchís no es admisible que te corten los caminos y hagan lo que les venga en gana porque, en la práctica, es lo que hacen la mayoría de los cazadores: lo que les da la real gana. Tanto si hablamos de lo que matan, como de los cartuchos y otra basura que dejan, como a su actitud en general que parecen los dueños de todo.

Como todo en esta vida, nos podemos aproximar a la caza desde múltiples ópticas, pero para mi, digan lo que digan y por muchos paños calientes, matar animales por diversión es repugnante e inaceptable.
Si tenemos en cuenta que, además, ni siquiera nuestra especie necesita comer carne para poder vivir, entonces ya es el colmo.

Muchas cosas nos separan de los demás animales, pero también hay otras que nos unen, y una de ellas es poseer un sistema nervioso capaz de hacernos sentir dolor.

Si se vieran ellos acosados, perseguidos, despreciada su existencia más que una como posible pieza, o sintieran un balazo en una pierna... quizá se darían más cuenta de lo miserable y vil que es su actividad.