Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 31 de julio de 2013

UNA TARDE EN LA LAGUNA DE LA ZAIDA

La laguna de Gallocanta es una singularidad hidrológica. Sus dimensiones, la composición química de las aguas, el carácter fluctuante, su desconexión de la red fluvial, la situación entre las cuencas del Ebro y del Tajo y el ocupar el fondo de una amplia planicie en plena cordillera Ibérica, a mil metros de altitud, le otorgan un gran interés geográfico.

Otro de los rasgos de este humedal es que no está aislado. Forma parte de un conjunto de más de veinte encharcamientos superficiales, el más abundante de toda la cordillera, en el que se da una gran variedad de tipos de lagos: extensos, medianos o pequeños, dulces, salobres o saladas, ocasionales o permanentes, de recarga (endorreicas) o de descarga (manantiales), profundas o someras…. asociadas a múltiples situaciones geológicas y a una notable diversidad de respuestas de los sistemas ecológicos.

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Un solo dato aportado por el profesor Francisco Comín: en ellas pueden encontrarse el 70% de las especies de crustáceos de la península Ibérica propias de lagunas fluctuantes.

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En su mayor parte se distribuyen en los sectores occidentales de la gran cuenca endorreica, repartiéndose en dos zonas. En la parte suroeste, a caballo entre Castilla y Aragón (La Yunta, Campillo de Dueñas y Odón), aparece un conjunto de pequeñas células endorreicas en las que el sustrato arcilloso ha permitido la formación de una docena de lagunas semipermanentes. En la parte noroeste, las calizas mesozoicas son el origen de depresiones kársticas en cuyo fondo aparecen algunas de las mayores lagunas. Entre ellas, la segunda en extensión de todo el complejo: la laguna de La Zaida.

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Ocupa el fondo de una cubeta de dos kilómetros de diámetro. Tiene aguas dulces y una profundidad máxima de un metro. En sus márgenes resaltan las calizas cretácicas formando escarpes y suaves lomas.

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En el fondo se acumulan limos y gravas aportados por el arroyo que la alimenta al recoger aguas de la sierra de Santa Cruz. En realidad, se trata de un polje activo que tiene su sumidero en la parte sur. Sus márgenes presentan unas playas de limos y arenas, aunque actualmente están muy modificados por la actividad agrícola.

La Zaida posee su propia cuenca endorreica. Sin embargo, desde el siglo XVI tiene un régimen de inundación regulado por los ayuntamientos de Used y de Gallocanta mediante la construcción de una presa de mampostería (La Parada) con una compuerta, así como un canal de evacuación (la “Acequia Nueva”) hacia la inmediata cuenca endorreica de Gallocanta a cuya laguna desemboca a través del arroyo de La Cañada, bajo la Loma de la Virgen. En este acuerdo se estableció que la compuerta tendría un régimen de apertura en años alternos.

Así, su cierre supone que las aguas de escorrentía procedentes de Used se desvían hacia la laguna de Gallocanta dejando seco el fondo de la cubeta de La Zaida lo que permite su puesta en cultivo que se reparte entre los vecinos mayores de dicha localidad en pequeñas y alargadas parcelas.

El año siguiente, en el mismo día (a mediados de agosto), la compuerta se abre permitiendo que las aguas puedan inundar el fondo de la depresión y que pueda formarse la laguna de La Zaida. Esto ocurrirá en el caso de que sea un año húmedo. Si las lluvias son muy abundantes puede alcanzar una extensión máxima de 215 hectáreas y una profundidad media de un metro. Pero esto no es lo habitual. En años de pluviometría menos generosa, la superficie inundada puede ser mucho menor llegando a mostrarse completamente seca, con los rastrojos del año anterior a la vista en no pocos casos.

Al año actual le correspondía abrir la compuerta. Y además ha sido un año con un otoño, un inverno y una primavera lluviosas. Este final de primavera, la laguna de La Zaida se mostraba como en algunos de sus mejores años.

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En el marco del 4º Curso de Ornitología Práctica de la Universidad de Verano de Teruel que organiza A.D.R.I. Tierras del Jiloca y Gallocanta la tarde del sábado 29 de junio fuimos a visitar La Zaida. Estaba espléndida. Desde el mirador situado junto a la carretera hacia Cubel desplegamos media docena de catalejos, una veintena de prismáticos y las habituales ganas de aprender, compartir y disfrutar que caracterizan a este curso.

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En las orillas se concentraban las cigüeñuelas.

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Cigüeñuela. foto. Rodrigo Pérez Grijalvo

Un par de cientos, al menos, entre adultos y jóvenes. La Zaida ejerce el papel de zona de concentración de ejemplares tras el periodo reproductor. La comunidad de invertebrados bentónicos que se desarrolla de forma explosiva durante la primavera ofrece alimento a estas limícolas en las orlas inundadas de la profundidad adecuada.

En cambio, sin poder dar una explicación, las avocetas eran mucho más escasas.

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Avoceta. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Entre las jóvenes plantas de girasol encontramos un pollo de avefría, tan inválido como vulnerable ante la pléyade de depredadores que merodeaban por el entorno del humedal. Sus padres se afanaban en buscar pequeñas presas en las laboreadas playas. Aún siendo común, la población de avefría era discreta estando los adultos muy repartidos, aquí y allá.

En los herbazales de las orillas y entre los ribazos de los campos próximos las lavanderas boyeras terminaban la temporada de cría ….

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Adulto de lavandera boyera. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Hacia la orilla de saliente, los adiestrados ojos de José Luis Rivas, Javier Ruiz, Fernando Salas, Marco Escudero y Antonio Torrijo junto con los de las alumnas y alumnos del curso, iban encontrando un gran número de especies de anátidas, limícolas, garzas, rapaces y gaviotas. Y allá que nos fuimos, donde encontramos a José Miguel Pueyo que también se había acercado a disfrutar de una tarde pajarera por este humedal.

En los linderos de las estrechas y largas parcelas de cultivo del fondo de las cubetas crecen herbazales que se van desdibujando conforme aumenta la profundidad. También son sistemas ecológicos inestables, que deben adaptarse a la periódica inundación, a la sequedad y al periódico laboreo de su entorno. Estos estrechos ribazos ofrecen oportunidades para el descanso, la alimentación y, especialmente, la nidificación de las aves acuáticas de La Zaida.

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En las aguas libres había alguna pareja de somormujo lavanco y de zampullín cuellinegro.

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Pareja de somormujos lavancos. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Sin encontrarse en grandes concentraciones podían verse diversos patos, tanto de superficie como son el azulón, el ánade friso, el cuchara, el tarro blanco o la cerceta carretona, como buceadores como son el porrón común y colorado. Algunos de ellos estaban acompañados de paticos (cuchara, tarro blanco y azulón), otros son ejemplares no reproductores. El número de especies nidificantes de la cuenca de Gallocanta se enriquece especialmente estos años de aguas altas en los que se animan a criar varias especies que lo hacen con de forma irregular, lo que incrementa su interés ornitológico.

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Grupo de tarros blancos. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Pero también se veían diversas ardeidas. La escasa salinidad de las aguas y la abundancia de precipitaciones favorecen a las poblaciones de presas (crustáceos, insectos y anfibios) y las de depredadores, como la garza real, la garceta grande y la garceta común.

Las gaviotas reidoras criaban en los ribazos y en las orillas, aunque mantienen un intercambio permanente con la población de Gallocanta, a donde van y vienen de forma continua.

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Pareja de gaviotas reidoras en plumaje nupcial. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Sin ser muy numerosas, las fochas ultimaban la cría de sus pollos ya volanderos en las aguas libres del humedal.

Incansables trazan sus acrobáticos vuelos algunos fumareles cariblancos, así como las níveas pagaza piconegras siempre atentas a los movimientos de libélulas y otros insectos que sobrevuelan la lámina de agua.

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Pagaza piconegra sobre los cielos de La Zaida. Foto: Rodrigo Pérez Grijalvo

Unos prismáticos, una guía de aves y un par de horas ofrece muchos buenos ratos para cualquier aficionado en cualquier tarde de este verano tormentoso y fresco.

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Atardecer en La Zaida. Foto: Carlos Pérez Naval

Y unos crepúsculos espectaculares.

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