Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

domingo, 12 de marzo de 2017

EL BOSQUE DE ARTEA Y LA CUEVA DE LOS CRISTINOS

Última mañana en el parque natural de Urbasa. Tras la excursión al nacedero del Urederra y el paseo por el Raso, quisimos rematar nuestro viaje recorriendo el Monte Limitaciones de Améscoa y conociendo dos parajes de gran interés para los naturalistas: el bosque de Artea y la cueva de los Cristinos. Fue un broche perfecto. 

Nos acercamos a la localidad de Larraona, cerca de la muga con Álava/Araba, remontando el valle del río Uiarra, un afluente del Urederra. La carretera pasa por San Martín, Eulate, Aranache y nos detenemos en Larraona. Todos estos pueblos se disponen en la solana del Monte Limitaciones, a más de dos kilómetros del río. Dejamos el coche y comenzamos una ruta que asciende por una pista forestal. Atravesamos materiales coluviales depositados durante el Cuaternario y que han sido colonizados por el robledal.


La cuesta es empinada pues debe resolver doscientos metros de desnivel en un kilómetro. Termina en el puerto de Larraona.


La cresta la forman los materiales más resistentes. Son unas calizas con foraminíferos y con erizos de mar fosilizados (conocidos en la zona como calbarros) que se depositaron en ambientes marinos durante el Cretácico. Las cruzamos a través de un portillo ...


 y accedemos a una planicie boscosa en la que se levanta un imponente dolmen ...


y la armoniosa ermita dedicada a San Benito ...


Son dos muestras de la espiritualidad popular de otros tiempos de las gentes que poblaron estas montañas. Dos monumentos preciosos.

En el llano se extienden el bosque y el pastizal sobre unas margas y calizas arcillosas depositadas en ambientes de plataforma continental durante el Cretácico. Sobre estas calizas se ha desarrollado un karst. Y, en su superficie, son abundantes unas arcillas rojizas acumuladas tras disolución del carbonato cálcico. 


El pasto es aprovechado por ganados que campan libres en las dehesas y en los rasos. Ganados de ovejas lachas ...


y de vacuno de carne ...


... que se recogen en bien arreglados apriscos.


En las cercanas dehesas, como ya vimos en el Raso de Urbasa, monumentales hayas trasmochas con el turno de poda más que perdido ...


Estábamos en el último día de marzo. La primavera comenzaba a despuntar tímidamente tras un invierno generoso en precipitaciones ...


El monte Limitaciones de Améscoa está dentro del parque natural de Urbasa-Andía. La recuperación y la creación de las dehesas es una de las preocupaciones de sus gestores. Hay mucho interés en mantener los usos tradicionales, especialmente, los aprovechamientos ganaderos. El ganado ha sido un importante agente en la creación del paisaje y de los agrosistemas actuales. En el fondo de las pequeñas dolinas, donde se acumulan las arcillas de decalcificación, se plantaban jóvenes arbolillos ...


Fuimos en busca de la cueva de los Cristinos. No había ningún tipo de indicación hacia la gruta. Según donde aparecía en un sencillo mapa nos encaminamos hacia una ladera de pasto con enebros. Frío, frío.


Carmen disponía de un sistema de localización que yo no terminaba de entender. Ella ponía todo su empeño. Cambiamos de ruta y abandonamos esa vaguada rodeando un cerro rocoso poblado de hayas, algunas magníficas ...


Carmen seguía la orientación que le brindaba la tablet. Como los niños, yo confiaba en la tecnología y en ella ... pero, por si acaso, miraba a un sitio y otro para encontrar un cartel que indicara "CUEVA DE LOS CRISTINOS". Pero no. Este cartel no aparecía. Mientras tanto, con el rabillo del ojo, iba rebuscando entre los enebros algún senderico abierto por los excursionistas que llevara a la boca de la cueva. La teníamos muy cerca. Y, en el fondo de una dolina y medio tapada por un avellano, dimos con ella. 


En realidad, se trataba de una sima que se abría en el subsuelo formando una cueva.

Nos llamó la atención cómo se gestionaba la visita de esta cavidad. La entrada es libre. Unos escalones y una cadena facilitaban el acceso a su interior. Sin embargo, desde el parque natural no se ayudaba a localizarla colocando señales. Ese era el filtro principal para evitar su masificación y los riesgos.


El nombre tiene relación con las guerras carlistas. En especial, con la Primera Guerra Carlista que tuvo importantes acciones bélicas en la comarca de las Améscoas. Los cristinos eran los partidarios de la causa de Mª Cristina de Borbón en su conflicto dinástico con Carlos Mª Isidro de Borbón, aspirante que tuvo en tierras navarras y vascas un fuerte apoyo. No parece claro el papel de esta cavidad en dicha guerra. Almacén de armas, cementerio de fusilados o cárcel natural de los prisioneros liberales pudo llegar a ser.

Mientras tanto, se acercaron un par de parejas de excursionistas que también venían a lo mismo. Y nos internamos en la cueva con ellos. Venían mejor preparados que nosotros. Trajeron unas linternas que resultaron fundamentales para recorrerla sin darnos muchos tozolones en los techos. Fue divertido ir buscando los pasos que comunicaban las salas entre los bloques desprendidos, dando en la mayoría de los casos, con callejones sin salida.

La cueva tiene dos salas. La primera es la que te recibe. Dispone de una corriente de agua que, en aquellos días posteriores al deshielo de marzo, llevaba un buen caudal. La segunda, tiene un lago de precioso color azul. En una y en otra, estalactitas, estalagmitas, columnas, coladas ... Se apreciaba algo de vandalismo, pero poco me pareció tratándose de una cueva tan visitada y sin vigilancia.

No hice fotos en el interior pero me he permitido tomar prestada esta preciosa del fotógrafo Aitor Abadía.

Cueva de los Cristinos. Foto: A. Abadía de "El poder de la luz"
La cueva es fascinante. Entiendes el placer aventurero de los espeleólogos. Pero también la compensación con la belleza que descubren. Allí tienes ambas sensaciones. Si queréis disfrutar con más imágenes de la cueva es recomendable visitar un par de páginas: Mendiak y Amescoa-Navarra.

A la salida, nos despedimos de aquellos veteranos excursionistas y nos dirigimos hacia el bosque de Artea, el último objetivo de nuestra ruta. En las guías turísticas se promociona como "El bosque encantado". Y algo de encantado sí que tiene. Realmente es un hayedo que crece sobre un paisaje kárstico ruinoso. Allá que nos fuimos.


Las calizas han sido disueltas formando un conjunto de pináculos ...


estrechos ...


pasadizos ...


en los que crecen árboles fantasmagóricos que parecen abrazarse ...


Árboles que son verdaderos monumentos. Algunos tienen incluso pozas sobre el mismo tronco ... 


... de donde parece que en cualquier momento va a asomar una rana.

Los vendavales derriban regularmente ramas de los árboles. Las peor ancladas, las más expuestas ... A veces troncos enteros. Los hongos esperan este aporte imprevisible de madera para metabolizarlo.


En este ambiente húmedo y nemoral prosperan plantas muy exigentes en agua. Es el reino de los musgos, que tapizan cualquier superficie vegetal o mineral que se preste. Y de los helechos ...


o de la herbácea y bulbosa escilla ...


... o del leñoso rododendro ...


Fuimos saliendo del bosque de Artea para reencontrarnos con la ermita de San Benito, el dolmen y el portillo que nos puso en la pista forestal. Mientras bajábamos pudimos ver mejor, a nuestros pies, el valle del Uiarra y, enfrente, la sierra de Lókiz ...


Con el sol en alto nos llegamos al pueblo. Una mirada atrás nos mostró los salientes del monte Limitaciones ...


La sierra de Urbasa se ha mostrado espléndida con nosotros. Bosques, flora, hidrogeología, paisaje ganadero y el modelo kárstico en todo su esplendor. 

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