Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

miércoles, 27 de abril de 2011

EL CHOPO DE LA FRAGUA

Los chopos cabeceros han sido parte de la vida de Torre los Negros. Antes y ahora siguen siendo el lugar de los juegos, los sueños y las aventuras. Antes y ahora son recordados por los que tienen o han tenido parte de su vida relacionada con ellos. Antes y ahora son símbolo de la infancia como el territorio de los juegos, de la adolescencia como compañeros de los primeros cigarros y los primeros amores, de la madurez del trabajo y del acompañamiento de una nueva generación que reproduce una vez más la vida. Antes y ahora son la añoranza del anciano. Antes y ahora son parte de nosotros y queremos que lo sigan siendo en el futuro.

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Una muestra de lo que acabamos de decir, es la poesía de Joaquín Campos Fernández, realizada para Gileta (nº 17. Febrero 1992). Él nos transmitió todos esos sentimientos, supo recoger el pasado y soñar el futuro, que, coincidiendo con nosotros, no se puede imaginar, en Torre los Negros, sin sus chopos cabeceros:

“Y presidiéndolo todo, el chopo de la fragua, el chopo vecinal por excelencia, signo, cobijo y referencia de pájaros y niños:

Alto y frondoso,

solitario señor de la explanada,

el chopo entre los chopos,

tuvo por compañeros

a los niños y pájaros camperos

que a su sombra acudían en bandada.

En su tronco rugoso

recostadas carteras y chaquetas,

vio los juegos de agallas y cartetas,

las risas y los llantos, los brincos y las tretas

de la grey infantil que enajenada,

volvía a él, jornada tras jornada.

Desde su alto penacho,

el árbol centenario de la fragua,

vio pasar trombas de agua

por la rambla vecina,

y vio herrar a los machos,

y escuchó la conseja campesina

en la larga invernada,

cuando la tierra duerme

en la nieve arrebujada.

No temió al rayo, ni al hacha, ni al estío,

ni a la escarcha ni al frío.

Desnudo y altanero,

esperó primaveras

y se vistió el primero.

Y año tras año, chaquetas y carteras,

risas, llantos y brincas y carreras,

rodearon al chopo renacido.

La alegre algarabía

de pájaros y niños,

siempre volvió donde solía.

El chopo de la fragua ya no existe.

Me dicen que es ceniza, polvo, nada.

Y una lágrima triste resbala por mi alma enamorada.

Pero existe, sí, y existe engalanado,

en mi imaginación está plantado.

Y oigo la algarabía de niños y gorriones,

y los llantos y risas y las palpitaciones

de los amigos míos

que a la sombra del chopo, también se han ido.

¡Todo volverá a ser como al principio!

Las almas de los hombres y las cosas

se vestirán de hermosura permanente.

Será más bello el árbol, el pájaro y la rosa

y más resplandecientes y agraciados

el chopo y mi niñez resucitados”.

Pilar Sarto

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