Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

lunes, 25 de julio de 2011

EL FUEGO GANADERO

En ocasiones cuesta comprender el paisaje vegetal de nuestro entorno. Dentro de un un mismo término y bajo similares condiciones (clima, relieve, sustrato) pueden encontrarse desde densos carrascales hasta lomas deforestadas tapizadas de un ralo matorral. En la mayor parte de los casos, la explicación se encuentra en la historia de los aprovechamientos humanos de esos parajes.

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Uno de los ambientes naturales más extendidos en los montes de esta parte de la Ibérica son los eriales.

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Esta denominación incluye a un conjunto de formaciones vegetales más o menos abiertas, en los que predominan plantas leñosas de bajo porte y herbáceas vivaces capaces de tolerar una alta exposición lumínica y suelos muy empobrecidos. Para ello presentan hojas con diversas adaptaciones como el presentar hojas de superficie muy reducida, con el envés protegido, algo endurecidas (esclerofilia) y con abundante vellosidad (pubescencia); sus raíces suelen estar muy desarrolladas y extendidas para aprovechar la escasa agua presente en el suelo antes de que termine de infiltrarse o de evaporarse. Muchas de las plantas también reducen la presión de los herbívoros acumulando aceites esenciales y otras sustancias de sabor desagradable o de difícil digestión en sus hojas, o bien ofreciendo espinas en tallos o en otras partes de la planta más expuestas.

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Estamos hablando de los matorrales en los que la mayor parte de la biomasa corresponde al tomillo, ajedrea, salvia o espliego con aliaga, toyago y lastón.

La gran extensión de estas formaciones vegetales en nuestros montes se explica en su aprovechamiento tradicional como pastos por la ganadería extensiva de ovino. El diente de la oveja apura el corte de los tallos de las hierbas y de la pequeñas matas limitando su desarrollo y manteniendo su altura.

Algunas especies dotadas de poderosas espinas como la aliaga o el erizo están mejor dotadas para soportar la presión de los ungulados domésticos, por lo que indirectamente se veían favorecidas por el pastoreo. Estos prósperos aliagares y cambronales se acababan extendiendo y cerrando, lo que favorecía la entrada de arbustos espinosos de mayor porte (escaramujo y enebros) y al mismo tiempo limitaba el desarrollo de aquellas otras plantas más apetecidas por la oveja. Son las primeras etapas de la lenta reconstrucción del bosque mediterráneo (artículo perteneciente a Diario de un paisaje) que no siempre llegan a término por la alta combustibilidad de esas fases de la sucesión, especialmente en áreas muy humanizadas.

Y en este momento es cuando intervenía el pastor manejando el fuego como herramienta de control de la vegetación. En invierno, mientras apacentaba el rebaño en pastos próximos, aplicaba el mechero sobre alguna aliaga seca. El fuego se extendería rápido entre las matas próximas eliminando la vegetación y favoreciendo el rebrote de las hierbas y de plantas propias de las etapas pioneras de la sucesión ecológica.

Hasta hace unos años era muy común encontrar estos pequeños quemados en los montes. Los ganados eran mucho más abundantes y la permisividad en el empleo del fuego por los ganaderos era casi total. Hoy día no es tan fácil verlo.

Hace unas semanas en los montes de Monforte de Moyuela, en los contrafuertes de la sierra de Cucalón, encontramos huellas de un fuego ganadero.

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La aliaga es una planta pirófita. Rebrota desde la base del tallo tras el paso de las llamas y las semillas presentes en el suelo germinan en unas condiciones de menor competencia. Es decir, el fuego ganadero indirectamente le favorece.

Alrededor de la zona incendiada, se veían indicios de otros pequeños incendios ocurridos en años anteriores. En esta imagen pueden apreciarse diferentes fases de la recuperación del matorral.

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Este ha sido el paisaje que ofrecían los montes de nuestros pueblos a nuestros padres y abuelos y que pueden apreciarse en esta foto antigua recogida en la fototeca del Centro de Estudios del Jiloca.

La casi desaparición de esta técnica de gestión de los pastos ha favorecido la expansión del aliagar, la colonización por espinos, sabinas y enebros, así como una incipiente recuperación de los suelos, por el acumulación de mantillo y la disminución de la erosión hídrica al incrementarse la infiltración.

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