Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

sábado, 3 de diciembre de 2011

ENRISCADOS

El santuario de la Virgen de la Langosta (Alpeñés) es un lugar muy especial para las gentes del Alto Pancrudo. Ha sido un lugar de peregrinación para los vecinos de 26 localidades de la contornada, organizados históricamente en una cofradía que les habilitaba compartir devoción y el uso de la ermita. En ella se celebraba dances, representación teatral de carácter religiosa muy propia de casi todo Aragón. Tras algunas décadas de declive y a pesar de la profunda despoblación de la zona, la romería congrega el primer sábado de junio a cada vez más personas de estos pueblos que mantienen un cariño compartido al a la virgen y al paraje, en una jornada que, sobre todo, refuerza la convivencia entre los habitantes –y oriundos- de estos montes.

Foto tomada del Telecentro de Martín del Río

El santuario se levanta en la ladera del valle principal y muy cerca de la salida de un barranco lateral algo estrecho que, al parecer, le debió conceder su nombre (el “angosto”) que se evolucionaría hasta la actual “Langosta”.

El edificio de nueva planta, que se  levantó en 1981, carece de encanto aunque es funcional. A su lado se mantienen los últimos restos del antiguo santuario, prácticamente un lienzo y algún pilar, cuyo uso fue abandonado por su mal estado allá por 1960.

Foto tomada del blog de los intrépidos Zerrigueltaires

El actual conjunto formado por el edificio nuevo y las ruinas, llaman la atención por ser algo inusual. Es fácil que la política de ahorro de recursos de antaño evitara la demolición completa de los restos del antiguo santuario. Hoy, en muchos pueblos venidos a más, faltarían los vecinos y los munícipes que advertirían la amenaza para las personas con mil y un peligros para justificar el derribo de los restos, una vez perdido su valor artístico. Vivimos inmersos en la cultura de la sobreprotección y de la política preventiva de las denuncias. El famoso dicho “y si se le cae a alguien encima….”.

Esta circunstancia la ha aprovechado y agradecido la pareja de cernícalos primillas, una de las poquísimas conocidas en la zona, que al parecer utiliza las ruinas del viejo santuario para nidificar.

cernicalo-primilla

Cernícalo primilla. Foto: Rodrigo Pérez

Hace unas semanas andaba recorriendo un barranco próximo al santuario en busca de árboles viejos y encontré un paraje formado por la acción erosiva de las aguas salvajes sobre las arcillas y arenas cretácicas. Estas cárcavas son el resultado de un régimen de precipitaciones escasas pero ocasionalmente muy intensas y de una deforestación histórica por la gran presión de la ganadería ovina durante los últimos siglos.

DSC_6955

Sobre los restos de un nivel de areniscas destacaba un arbusto. Retrepé por la ladera para verlo mejor.

DSC_6953

Arraigado en la grieta del peñasco, una sabina negral soportaba estoica las adversidades ambientales: escasa infiltración, falta de suelo, fuerte pendiente y precipitaciones escasas e irregulares. Eso sí quedaba más a salvo de las quemas del aliagar contiguo realizadas regularmente y hasta hace bien poco por los pastores para eliminar las matas espinosas recolonizadores y para rejuvenecer el pastizal.

Esta especie arbustiva está muy bien dotada para crecer sobre sustratos rocosos en condiciones extremas. Como comentábamos a los chavales en aquel entrañable Diario de un paisaje, son uno de los menos conocidos pero más meritorios superhéroes de nuestros montes. Aquí se evidencia su capacidad para crecer de forma indiferente tanto sobre sustratos básicos (calizas) como sobre materiales rocosos ácidos (en areniscas, mejor que en pizarras y cuarcitas).

Junto a él y en severa competencia, o tal vez en forma de mutualismo, sobrevivía una pequeña guillomera ofreciendo esos días un toque de otoño con su pequeña alfombra de hojas secas entre las grietas (la pequeña cosecha de humus) y al pie del peñasco.

DSC_6954

Esta rosácea, muy propia de la orla del rebollar (vegetación potencial de estos montes) se introduce en la vegetación de las crestas calizas donde aprovecha umbrías menos expuestas situadas al pie de los cantiles. Justamente encima del santuario hay un par de pequeños pero muy densos rodales de guillomera, que son como pequeñas islas de ambiente caducifolio en el mar de vegetación xerófila que ofrece el deforestado valle.

No hay comentarios: