Natura xilocae

Journal of observation, study and conservation of Nature Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal de l'observation, l'étude et la conservation de la nature et des Terres de Jiloca Gallocanta (Aragon) / Journal der Beobachtung, Erforschung und Erhaltung der Natur und der Lands Jiloca Gallocanta (Aragon) / Gazzetta di osservazione, lo studio e la conservazione della natura e Terre Jiloca Gallocanta (Aragona) / Jornal de observação, estudo e conservação da Natureza e Jiloca Terras Gallocanta (Aragão)

lunes, 12 de diciembre de 2011

ENTRE CARRASCAS…

El pasado 20 de noviembre hicimos una sana caminata por el carrascal de la Cañada de Santa Bárbara. Es un camino ideal para practicar un deporte muy de moda hoy en día: el “Nordic Walking” o también llamado “marcha nórdica”. Vamos, el paseo por el monte de toda la vida, aunque en lugar de un sólo palo o gayata de apoyo se emplean 2 bastones con los que se van ejercitando brazos mediante pequeños impulsos y siguiendo el ritmo de las piernas, resultando un deporte muy completo en el que se ejercitan todas las extremidades.

La mañana era fría, algo ventosa e incluso se escaparon algunas gotas. El cielo encapotado y el silencio del carrascal sólo se rompía al ritmo de nuestros pasos.

La caminata comienza junto a la carretera que une Torralba con Calamocha. En el cruce con la rambla del Rebollar sale nuestro camino hacia el sur, siendo su recorrido muy suave, bordeando la mole cuarcítica de Valdellosa – el Peñón de los Soldados, la célebre montaña calamochina.


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El camino sigue la ladera a una altitud entre 1100 y 1200 metros descendiendo luego hasta los 950 metros a medida que nos acercamos al Cerro de San Esteban o “cerro de El Poyo”. El camino es bueno, muy poco pedregoso con bancos de arena fina resultado de la erosión de los relieves superiores (se trata de la zona baja de los relieves montañosos cuarcíticos, formados por conglomerados mixtos sin cementar y brechas sueltas con matriz limo arcillosa) lo que facilita el impulso de los bastones.

Esta zona escapó a las repoblaciones de coníferas y a las roturaciones vecinas y actualmente nos encontramos con un encinar de mediana talla, algo adehesado en las inmediaciones del camino (resultado de antiguos aprovechamientos o fajas auxiliares) con algunos ejemplares que empiezan a ser notables.

En el sotobosque nos encontramos fundamentalmente la jara (Cistus laurifolius), tomillo, biércol e incluso algunos ejemplares dispersos de jara blanca, entre otras especies.

Tras el paso de una cuadrilla de quads que disminuyen la marcha al vernos, y cuyo sonido lejano se prolonga durante varios minutos, unas matas de jara nos llaman la atención:

foto 057

Su color es negro, como el color ceniciento tras el paso de un incendio. Pero no se ve rastro de fuego en el resto de vegetación… nos acercamos:

foto 058

Lo observamos con detalle: han sido víctimas de algún organismo… ¿cual?

foto 060

Se ven claramente unas pupas blancas abiertas adheridas a tallos y ramas por toda la planta. ¿Qué fue primero? ¿fue un hongo o fue el insecto?

Parecen pupas de coccidos, comúnmente llamados cochinillas. Seguramente entre los daños directos sufridos por estas matas se encuentran las necrosis debidas a la introducción del pico de estos pequeños organismos en los tejidos de la planta, y entre los indirectos, el marchitamiento de hojas y ramas y el debilitamiento general del individuo debido a la extracción de savia del hospedante. En algunos casos producen abundante cantidad de melaza que favorece la aparición de negrilla (hongos del género Capnodium) sobre la planta, originando pérdida de superficie foliar fotosintética y la apariencia actual de estas jaras.

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